febrero 13, 2010 | By: Sabrina Knight

Ráfaga de viento

Fue como si una ráfaga de viento cruzara de lado a lado de su pequeña cabaña sólo para apagar con violencia el fuego de la vela. Era un mal presagio.

Abrió su saco y tomó su reloj de bolsillo mirándolo como si le fuera a dar la respuesta de lo que quería saber. Eran casi las once de la noche. Volteó la mirada al reloj de pared y lo confirmó.

Tenía esa extraña sensación. Sabía que algo iba mal ¿Pero qué era lo que pasaba?

Su respiración se estaba entrecortando y su preocupación aumentaba. Miró de nuevo al reloj, tratando de que éste le diera una respuesta, pero el sólo hecho de ver cómo avanzaban las manecillas provocaba que su angustia fuera mayor.

No podía más con ello.

Fue directo a un espejo que se encontraba a lado de un gran librero, lo abrió dejando al descubierto un armario lleno de objetos y especies extrañas. Tomó una vela de color morado, un mechero pequeño y unos pétalos de rosa. Hizo a un lado lo que se encontraba en la mesa y puso ahí sus instrumentos. Prendió el mechero y la vela morada con un movimiento de su mano y puso un pétalo de rosa arriba de la vela y la dejó caer. El pétalo fue expulsado con gran fuerza y parecía que la misma ráfaga que apagó la primera vela, había extinguido también la otra.

Ya no era un mal presagio. Sabía que ella estaba en peligro.

Pero no tuvo tiempo de pensar en más. Alguien había tocado la puerta con gran desesperación.

- Es ella - dijo con cierto alivio. Fue a la puerta y la abrió dejando al descubierto una sombra... Sintió la misma ráfaga y ésta apagó la vela dejando todo en penumbras.



Abrió los ojos.

- Un sueño - pensó para sí mismo el chico que apenas podía suspirar recordando poco de lo que su cabeza le permitía.

Se talló los ojos y dio un enorme bostezo que concluyó con una extraña invocación:

- Ojalá un día pueda ver a esa persona - sonrió para sí mismo. Sabía que eso era imposible. Llevaba toda la vida con diferentes sueños, todos relacionados con la misma persona, y jamás le había visto el rostro.

Quizás esa persona que se aparecía en sus sueños era sólo: la persona de sus sueños. El chico armó una sonrisa mientras volví a suspirar aun recostado en su cama.

No perdería la esperanza.

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