febrero 13, 2010 | By: Lizzye

Capítulo 1. Entre sueños

La oscuridad comenzaba a posarse sobre Italia. Podría haberse dedicado a mirar simplemente como el sol se ocultaba tras de las montañas dejando que los últimos rayos del sol bañaran su cuerpo, sin embargo, ahora no era el momento.

Solitariamente corría por el bosque, con algo dentro hecho miles de pedazos y las lágrimas recorriendo su blanca piel.

Una vez creyó que no existía más dolor que el que ya sentía, pero ahora estaba segura que ése dolor podía hacerse más grande y palpitar en cada célula de su cuerpo para jamás abandonarla.

Su corazón galopaba acelerado, latiendo tan aprisa que sentía que se le escaparía. A lo lejos una voz gritaba su nombre, era la voz del perdido amor pidiéndole volver, explicar todo. Pero no la quería. Encontrar al amor de su vida en brazos de su mayor enemiga, de la causante de todas sus desgracias, precisamente en esa posición: bebiendo repulsivamente de su pecho aquella sustancia roja. Eso no necesitaba ninguna explicación.

Traición, sueños tirados a la basura, promesas incumplidas, compromisos rotos. Tantos recuerdos a galopándose en sus pensamientos, hacían que el hueco creciera y doliera aún más.
Morir sería mejor que mirar esa escena.

Ella jamás lo perdonaría. Su único amor, su único apoyo. ¡No! no era su único apoyo, existía alguien más. La persona que jamás la defraudaría, que estaba en las buenas y malas, necesitaba verlo para saber que las cosas se acomodarían.

Corrió sin parar hacia el único lugar donde sabía podría encontrar consuelo. Los árboles del sendero guiaban su camino, con la única misión de llegar hasta el lugar deseado. La voz dejó de escucharse tal vez cansada de no obtener respuesta, o tal vez porque había dado medía vuelta. El único sonido ahora era el de su corazón acelerado, sus sollozos y el cantar triste del viento al golpear sus oídos. No debía parar ni un segundo, aunque el aire faltara a sus pulmones, nunca antes se había sentido más desesperada por llegar a aquella colina.

Iba a empujar la puerta con todas sus fuerzas, pero se abrió y la luz de la luna que la deslumbró completamente. Y el sueño terminó.


Abrió los ojos de golpe.

Odiaba los sueños inconclusos, odiaba específicamente ese sueño que tantas veces antes había tenido y que la atormentaba en su eternidad. Teniendo mucha verdad escrita, sólo que a diferencia de la realidad nunca hubo posibilidad de un consuelo, siempre estaría sola.

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