febrero 28, 2010 | By: Lizzye

Atrapada entre miradas

Sentada en el parque, pensando sin, en verdad, querer pensar. Nicole se perdió un momento en la inmensidad de sus recuerdos.

Una sonrisa lleno ése hueco. La sonrisa más resplandeciente que jamás había existido en su vida, que le daba ánimos todo el tiempo, su siempre amado y adorado Gabriel.

Todo cambio esa tarde de verano en que lo conoció.

Pintaba a ser una tarde como todas las demás. El sol brillaba en lo alto, aún podía sentir la brisa del río rozándola y la calidez del sol en su piel.

Estaba sentada a la orilla del río observando como sus hermanos intentaban pescar, sus intensiones de ayudar se frustraron cuando las palabras fueron pronunciadas. Lo que obviamente no sospechaban era que Nicole no pensaba quedarse allí simplemente mirando. Mientras estaba sentada ideaba un plan para ser parte del día de pesca.

Caminó río arriba en donde ella sabía era más factible encontrar peces. Sacó un trozo de pan de su bolso que había tomado durante el desayuno, y lo arrojó al agua. Los peces se amontonaron alrededor, sólo que ahora había un problema, las cañas de pescar se las habían quedado sus hermanos, así que de manera ilógica trató de atraparlos con sus manos.

Una risa sin disimular sonó tras de sí. Nicole volteó molesta.

- ¿Le parece demasiado gracioso que no pueda pescar, eh? - dijo a regañadientes.

- Verdaderamente gracioso. Supongo qué no se le ocurrió que con una caña de pescar sería mucho más fácil señorita - dijo el chico riendo y volteando a ver por primera vez a los ojos a su interlocutora.

El tiempo se congeló. Él era castaño, alto, pálido, buen mozo, tenía un acento claramente del norte de Italia. Se observaron uno al otro por un rato, hasta que Nicole no pudo soportar más la mirada penetrante y se rindió ruborizada.

- No hace falta una caña de pescar si se cuenta con la inteligencia - dijo fastidiada y sacó otro trozo de pan, tras el que repitió la operación lanzándolo al río, los peces nuevamente se juntaron.

Él decidió sentarse a mirar el espectáculo, ese era el pretexto, la verdad quería mirar a esa chica que le había llamado la atención.

Nicole tomó su sombrero sabedora de que él seguía mirando, lo arrojó y logró atrapar varios peces, se sentía orgullosa de sí. Él seguía mirando como por fin ella iba a conseguir su objetivo, estaba apuntó de sacarlos cuando el peso la venció y la jaló hacia el río.


Instintivamente el chico se levantó y saltó para tratar de ayudarla, pero ambos cayeron al agua. La corriente del río no era muy fuerte, así que simplemente se levantaron empapados.

- ¿Se encuentra bien? - preguntó ayudándola a salir.

- Gracias, pero no tenía porque arruinar su caro traje por mi - dijo Nicole exprimiendo su vestido.

- Casi lo logra, casi - él comenzó a reír a carcajadas – y por el traje no se preocupe tengo muchos más - le guiñó un ojo.

Nicole se enfadó tanto que simplemente lo ignoró y se acercó de vuelta a su bolsa. Sacó el último trozo de pan y lo arrojó. Se metió en la orilla del río no le importaba nada, al fin y al cabo mojada ya estaba.

- Perseverante y necia - dijo él y se sentó a mirar curioso.

Nicole logró por fin atrapar un par de peces muy grandes con la ayuda de su sombrero y los sacó del río alegre.

- Y siempre, lo conseguí - agregó con una sonrisa radiante que logró provocar algo en él, algo jamás sentido.

- Lo dicho: necia y testadura - la miró, ella estaba a punto de responder, pero agregó - pero tan hermosa y luchadora, que cautiva con sólo eso. Felicidades, lo consiguió.

- Odioso y coqueto. Esas deben de ser sus frases de conquista caballero, lamento decirle que en mí no causen un efecto – y aunque sí lo habían causado, le gusto escuchar sus palabras.

- Varias veces pronunciadas, pero sólo una vez inspiradas en verdad desde el corazón, señorita. Además no me juzgue tan duramente, podría arrepentirse en un futuro no muy lejano, cuando usted y yo nos casemos.

Nicole tragó aire de golpe

- ¿Casarnos? Permítame decirle que desearía tener tanta suerte señor.

- Sólo digo la verdad, se enamorara de mí y deseara estar a mí lado tanto como yo deseó estar en el suyo de ahora en adelante. Es una amenaza señorita de la mirada transparente. Nos enamoraremos y nos casaremos ya lo verá, simple y sencillo destino, nos amaremos, acuérdese de mi, futura prometida, futura esposa y futuro amor.

Nicole tomó sus cosas decidida a irse. No podía contener más las sonrisas y estaba decidida a fingir que las palabras no la habían intrigado.

- Gabriel, llámeme Gabriel ¿Y el nombre de mi futura es? – preguntó mirándola atento.

- Mucho trabajo le costaría enamorar un alma libre caballero. Gracias por tratar de rescatarme del río cuando no era necesario, y si suerte tiene hasta la próxima -dijo Nicole sonriendo y sintiendo que las palabras de aquel chico se volverían verdad algún día.

Nicole salió de su estado de transé cuando sintió una mirada penetrante observando a lo lejos lo pudo ver era él, el tipo que choco contra su auto. Ambos se miraron durante una fracción de segundo. Él se distrajo y libre de sus ojos una rabia de coraje se extendió por el cuerpo de ella, no le gustaba que la mirara de esa manera que la intrigaba tanto y sin un motivo en especial.

La lluvia aun no paraba cuando ella salió disparada a su casa. Sin poder quitar esa escena de su cabeza se apresuro al colegio, las clases transcurrieron sin poder borrar los ojos de Gabriel de su cabeza y algo aun más extraño sin poder borrar la mirada del tipo “x” del estacionamiento.
febrero 27, 2010 | By: Sabrina Knight

A su voluntad

Cuando Romina y Zack iban a la mitad del camino, Zack se dio cuenta de que ya se había terminado todos los temas de conversación posibles. De hecho ya estaba tratando de que ella hablara más. Era obvio que no iba a poder conservar más la calma. Cuando se encontraba junto a Daniel, la convivencia con Romina era más fácil, pero solo siempre le causaba más problemas.

Y ella lo sabía.

La misma Romina le gustaba aprovechar eso, para ella era una ventaja que los hombres le temieran o que simplemente estuvieran tan enamorados de ella. Así podía pedirles más cosas de las que realmente necesitaba.

- ¿Y cuando vuelves a teatro? - preguntó ella quien se miraba por el espejo vanidoso retocándose el brillo labial - te hemos extrañado allá.

- Pues... - se quedó pensando, no sabía realmente, no estaba en sus planes regresar. - ¿Ya extrañan tan pronto a su telonero?

- No digas eso, no eres un telonero.

- Lo soy - Zack empezó a sentir el rubor en sus mejillas. Ella era la única razón por la que había entrado ahí y había aceptado ese puesto. - no soy buen actor, ni siquiera buen extra.

- Bueno, que la última vez hayas tirado todo el escenario cuando te tropezaste y casi haces que el actor principal se rompiera la pierna no quiere decir nada.

Zack sonrió con el comentario, sabía que ella se lo decía para no hacerlo sentir mal. Aunque nadie tenía que decírselo: era un tonto.

- Deberías volver - levantó el espejo a su lugar y lo volteó a ver. - te extraño mucho allá - Zack sintió en ese momento algo extraño en su estómago, como si miles de mariposas volaran al mismo tiempo tratando de salir de su encierro, pero no podían. El color se le subió por las mejillas y un extraño nerviosismo recorrió sus manos.

- ¿Lo dices enserio?

- No podría jugar con ello. - Romina estiró una mano y la colocó encima de su pierna. Zack no podía aguantar la temblorina que siempre le invadía, respiró tranquilo. Miró la mano de Romina, después recorrió poco a poco cada parte de ella hasta llegar a sus hipnotizadores ojos. - te necesito...

Los invadió un silencio profundo, Zack no tenía nada que pensar, entraría a teatro de nuevo, sólo que las palabras eran las que no podían nacer de sus labios.

Entraron al estacionamiento de la escuela y Romina lo soltó en cuanto el vigilante pidió ver su credencial de la universidad.

Se estacionaron sin ningún problema, como siempre, Zack había encontrado un lugar envidiable.

Zack sacó las cosas de la cajuela y se las entregó a Romina.

- ¿Segura que no quieres que te acompañe?

- Segura - sonrió tímidamente. Quedaron en silencio nervioso, hasta que finalmente ella habló - ¿Te molestaría mucho si me llevas a casa también? Yo sé que abuso de ti, pero...

- No, está bien. Con gusto te llevo. - Romina le dedicó una sonrisa y mirada tiernas.

- ¿Te veo en teatro?

- Iré por ti.

- Gracias.- Romina se puso de puntitas y le dio un beso en la mejilla. - Nos vemos Zack.

Ella dio la media vuelta y se fue caminando volteando de vez en cuando, mirando cómo es que Zack no podía contener su alegría por estar con ella.

Tendría una vez más a un tonto a su voluntad.
febrero 26, 2010 | By: Sabrina Knight

Romina

Se tenía que regresar, no tenía de otra.

Ya casi llegaba a la escuela pero no podía abandonar a Romina, a cualquier otra chica si (claro, si alguien más le hablara) pero a ella jamás, y menos cuando le habla por teléfono con voz de damisela en apuros.

Ahí es donde tenía que ganarse los puntos más importantes para que ella lo viera más que como un simple amigo.

Era la mujer más hermosa que había conocido en, vamos, su vida. Tenía unos ojos enigmáticos, una figura provocadora y unos gestos que provocaban todos sus sentidos al mismo tiempo.

Aun recordaba cuando fue que la conoció.


Iba a ver sus resultados del examen de admisión. Estaba muy nervioso, tanto que regresó a su mal hábito de comerse las uñas. Su tio le había dicho que no había ningún problema si no se quedaba, después de todo había más universidades en México. Pero él rogaba que no fuera así.


Esa universidad le estaba dando la excusa perfecta para escapar de su pueblo chico del cual se sentía sofocado, quería llegar a la enorme ciudad donde podría conocer a alguien que no lo catalogara como un completo perdedor.

Pasó el examen, se quedó en la capital, y la únicas personas que piensan que no es un completo perdedor han sido dos: Daniel y Romina.

Ellos dos estaban sentados a su lado cuando fue a recibir su notificación. Estaba tan nervioso que quería hacerles la plática de cualquier cosa, y miles de temas le pasaron por la cabeza, pero no dijo ninguno.

- ¿Entras a Arquitectura? - preguntó la 2 años más joven Romina, a lo que él sólo asintió - Mi hermano también. - Daniel volteó y esbozó apenas una sonrisa, se notaba tan nervioso como Zack - estamos esperando sus resultados. ¿Cómo te llamas?

Pero no pudo abrir la boca porque en ese momento llamaron a Daniel. El chico ojiazul se levantó seguro, respiró profundamente y caminó hasta la oficina donde le darían los resultados.

En el momento en que cerraron la puerta Romina giró a Zack y le volvió a sonreír.

- ¿Te he visto en alguna otra parte? - Zack lo negó. Estaba seguro de jamás haber conocido a una chica tan hermosa antes - ¿Seguro? Es que te me haces muy familiar. - Zack volvió a negar. - ¿Eres mudo? - Zack instintivamente movió la cabeza para negar el hecho.

- No, es decir, no soy mudo. No hablo mucho, pero no soy mudo - Romina apretó los labios aguantando una sonrisa, Zack se sintió tonto - quiero decir: Hola, me llamo Zacarías - extendió la mano - mucho gusto.

- Mucho gusto Zacarías, me llamo Romina - ella estrechó su mano y se puso completamente seria. Frunció el entrecejo y miró sus manos juntas. Había sentido algo.

Y él también.

Sólo que la interpretación de ambos había sido muy diferente. Uno dijo sentir amor, la otra sintió intriga.

- ¡Romina! - Daniel acababa de salir de la oficina con una enorme sonrisa. Romina soltó a Zack y miró a su hermano que corrió a abrazarla de la felicidad. Había sido aceptado.

Enseguida llamaron a Zack y, después de que los hermanos le desearon suerte, entró. Cuando le dijeron que había sido aceptado se sintió completamente feliz, pero ya no sólo era por salir de su pequeño pueblo, ni por querer que alguien más le tuviera consideración, sino porque ahora estaba seguro que volvería a verla.

Cuando llegó a casa de Romina (en tiempo record) no tuvo la necesidad de tocar el claxon o salirse del coche. Una figura curvilínea, de cabello negro azabache e intrigantes ojos azules lo esperaba debajo de una sombrilla lila.

Era Romina.

Para él siempre sería Romina.
febrero 25, 2010 | By: Sabrina Knight

Manipulación

- ¿SE FUE SIN MI? - preguntó bastante enojada Romina cuando su madre le avisó que Daniel ya se había ido. - No lo puedo creer, qué tonto ¡Ash! - Dio un suspiro de molestia y cruzó los brazos.

- ¿Qué pasa? ¿Por qué te enojas?

- ¿Por qué? - tomó a su madre de la muñeca y la jaló hasta la cochera. Abrió la puerta y no vio nada.

- No entiendo. No hay nada.

- Claro que no. Mi papá se llevó el coche al mecánico hoy y Daniel le dijo ayer en la mañana que me llevaría a la escuela. Ahora no tengo ni carro, ni un estúpido hermano que me lleve.

- No le digas así a tu hermano.

- Pues es un estúpido ¿Para qué dice que me va a llevar si no lo va a hacer? ¡Ash! - dio una patada al piso y se fue a echar a un sillón de la sala.

- Vamos Romi, no es para tanto - Romina no contestó - Si quieres yo te llevo.

- ¿Que mi mamá me lleve a la escuela?

- Llévate mi carro.

- Prefiero irme en un taxi.

- Pues llama a un taxi.

- ¿Estás loca? ¿Yo viajando en un taxi? - Romina se tocó el pecho con cara de shock al pensar lo que su madre le había sugerido.

Su madre también se había molestado, Romina siempre había actuado así, pero había días en las que la sacaba de sus casillas. Sin embargo se tranquilizó primero que su hija.

- ¿Entonces qué vas a hacer? ¿No ir?

- Tengo que ir aunque no quiera

- ¿Entonces? - Romina se encogió de hombros

- Supongo que le llamaré a Estefanía para que me lleve.

- Ella vive del otro lado de la ciudad, no creo que venga hasta acá y te lleve a la escuela.

- Soy su mejor amiga, debe de hacerlo.

- Pues llámale - su madre, ya exasperada, dio la media vuelta y se encaminó a la cocina. Romina empezó a marcar el teléfono de su amiga, pero al cuarto dígito se detuvo y canceló la llamada.

¡Qué tonta había sido! Tanto drama y tenía la solución perfecta. Buscó en su agenda y enseguida enlazó la llamada.

Al segundo timbrazo se escuchó una voz masculina del otro lado de la línea.

- Hola Zack, ¿Cómo estás? - dijo fingiendo una voz suave y tierna.

- Bien gracias Romina, ¿y tú?

- También bien. Bueno, no del todo.

- ¿Por qué? ¿Qué pasa?

- Es que... - caminó al espejo mirando su cara de afligida - Ay Zack, me da tanta pena. Daniel había prometido llevarme a la universidad porque mi papá se llevó mi coche al taller y... Bueno, se fue sin avisarme en la mañana.

- ¿En serio? – Romina asintió con “aja” - Ese Daniel, es un desconsiderado contigo.

- No lo culpes, seguramente, como todos los días nos vamos temprano y separados, debió de haberlo olvidado.

- No debió de haberte olvidado, no lo disculpes. ¿Tienes cómo venirte a la escuela?

- Ay Zack, es que... qué pena me da, pero no - hizo un puchero haciendo más triste su voz. - y yo pensé que, tal vez podrías. ¡Ay no! Olvídalo, no, no debí llamarte Zack.

- Está bien Romina, no te preocupes, iré por ti para llegar juntos a la escuela ¿Está bien?

- ¿Estás seguro? - sonrió satisfecha de haber logrado su objetivo - Es que voy a provocar que des más vueltas, y está lloviendo. Zack, yo...

- No digas más, espérame y llego por ti.

- Ay Zack, estoy tan agradecida de tenerte como amigo.

- Ni lo menciones, en 20 minutos llego a tu casa ¿De acuerdo?

- De acuerdo - dijo en un suspiro inocente - Y Zack... gracias.

- Nos vemos, adiós.

- Bye - y colgó su teléfono. Se miró al espejo y sonrió completamente satisfecha. Zack era uno de los chicos que más fácil podía manipular a su antojo.

Se arregló el cabello mientras no dejaba de sonreír orgullosa, sin embargo...él era un chico bastante extraño.

Extraño en muchos sentidos. De hecho, ella fue una de las que provocó que su hermano y él se llevaran bien. Algo tenía ese Zack que provocaba su completa curiosidad, no le atraía, pero sabía que debía tenerlo cerca.

Se mordió el labio sin dejar de mirar sus ojos azules en el espejo.

- No, que tontería - se dijo a sí misma y se encaminó a la cocina contoneándose contenta.

Desayunaría bien antes de que llegara Zack por ella.
febrero 24, 2010 | By: Sabrina Knight

Coincidencia

Lo malo de haberse levantado temprano era que se daba cuenta de muchas cosas que ignoraría estando aun en brazos de Morfeo. Cuando miró al cielo mientras desayunaba su cereal, se dio cuenta que estaba nublándose, cuando acabó su jugo ya estaba lloviendo.

- Genial - murmuró para sí mismo recordando parte de lo que había soñado. Frunció el ceño recordando la parte de los ojos negros. Pero supo que lo mejor era olvidarlo e irse temprano, tal vez así tendría tiempo para desayunar de verdad fuera de su casa, sin que su tía se sintiera mal.

Sacó su tubo y sus dibujos pendientes y los metió en su coche.

- Nos vemos tía - le dio un beso en la mejilla antes de marcharse.

No fue muy lejos. Unas cuadras más adelante se encontraba una cafetería muy modesta, pero donde preparaban los mejores sándwiches que había probado en su vida.

Se estacionó frente a un parque y se metió corriendo evitando mojarse. Una vez adentro, y sin tomar el menú en sus manos, pidió un exquisito sándwich de pollo con mucho chile chipotle y un café. Se sentó junto a la ventana, donde podía ver el parque y a los niños que empezaban a irse a sus colegios. Todos, por donde vivían, iban en colegios particulares, sus uniformes los delataban.

Llegó su sándwich y lo recibió con tremendo gusto. Puso azúcar al café y le dio una gran mordida.

Hace tiempo que no masticaba algo con tanto placer tan temprano.

- ¿Te gustó? - preguntó la mesera.

- Me encantó - murmuró aun con la boca llena.

La mesera sonrió tímidamente y siguió acomodando las mesas que le faltaban para tener listo el local.

Zack le dio otra mordida, y se dio cuenta que si seguía comiendo de esa manera no iba a alcanzarle. Así que masticó lentamente mientras se entretenía con la vista de la calle.
Y el sándwich casi se le va de lado.

No podía creerlo. Ella estaba ahí, sentada en el parque, mojándose con la lluvia. ¿Si era ella? Sí, si era.

- ¿Qué hace aquí? - se preguntó el voz alta dándole otra mordida al sándwich.
Varias ideas se le vinieron a la cabeza.

Quizás ella lo había seguido. No, eso era imposible. Nadie en la escuela sabía de su existencia, y mucho menos alguien tan bonita como ella se interesaría en él.

Se buscó otra teoría.

Quizás era sólo una enviada del destino para hacerle más ameno el desayuno. Eso sí era difícil de comprobar. Jamás sabría si el destino o Dios le habían enviado a esa chica para postrarse justamente frente a él para admirar tanta belleza.

O quizás sólo era una coincidencia. Era lo más probable.

- Gracias coincidencias - tomó el café y le dio un sorbo. Pero apenas lo había tocado su lengua lo escupió. Aun ardía.

Zack miró su taza y la volvió a tomar soportando la temperatura hirviente que delataba el vapor que expedía. Pero poco a poco ese vapor se fue desvaneciendo hasta apenas notarse. Zack lo volvió a beber y esa vez no lo escupió, lo disfrutó tanto como mirar a esa chica.

La siguió contemplando inmóvil, completamente empapada. Estaba seguro que se enfermaría de pulmonía s seguía ahí. Recordó su sueño y cómo había parado la lluvia. ¿Y sí podía hacer lo mismo?

Se quedó pensando e inconscientemente cerró los ojos levantando poco a poco su brazo. Abrió los ojos para ver un resultado, pero lo que vio no lo esperaba.

Ella se había levantado y lo observaba con mirada de halcón. Ambos cruzaron mirada y por primera vez se sintió intimidado por esa chica.

- ¿Quieres la cuenta? - preguntaron por atrás. Zack dio un brinco y bajó la mano, la lluvia resonó con más fuerza.

- ¿Qué?

- Que si quieres la cuenta. Por eso levantaste la mano ¿no?

Zack se quedó mudo. No respondió, volteó de nuevo a la ventana y ella ya había desaparecido. La mesera insistió y Zack aceptó la cuenta.

En dos mordidas más se acabó el sándwich y en un sorbo el café. Dejó dinero en la mesa y salió disparado esperando todavía ver a la misteriosa rubia.

Pero por más que la buscó con la mirada en todas direcciones, ella ya no estaba.

- ¡Genial! - se quejó. Volvió a mirar el cielo y se encontraba más oscuro que antes.

Qué estúpido pensar que podía detener la lluvia. Era como pensar que ella de verdad lo estaba viendo a él.

Regresó a su carro y se marchó a la universidad.
febrero 23, 2010 | By: Lizzye

Arquitecto de la vida

Hora y media antes de su horario habitual para levantarse Daniel saltó de su cama sin darle mucha importancia a la pequeña llovizna que caía fuera. Sabia que dependía solo de él construir el mejor día de su vida, además pasaría su tarde con la hermosa Nicole y precisamente eso fue lo que desató su nerviosismo y lo hizo levantarse antes de tiempo. Se dirigió a sus aparatos de gimnasio.

Le encantaban las mañanas en las que amanecía con tanta energía y estar ahora mismo haciendo ejercicio pensando en lo sensacional que volvería este día era mucho mejor. Estaba planeando la manera ideal de sorprenderla, no versé tan lanzado para no espantarla pero tampoco pasar desapercibido. Era sabedor de la enorme presencia que tenía, ser deportista era parte de su popularidad y del porque varias chicas andaban tras de él. No le gustaba alardear de ello y ahora en especifico había una sola que deseaba lo notara y en la que quería enfocar sus energías.

Terminó con su rutina de ejercicio, se dio un baño y arregló un poco más. Desayuno ligero y sin esperar a su hermana se despidió con un beso rápido de su madre y con un fuerte apretón de su padre. Ellos estaban felices de notarlo tan animado.

En una esquina una señora le ofreció rosas, claro sencilla y lo haría notarse mas, compró una se dirigió a la universidad. La mañana transcurrió lentamente, sin embargo ansioso espero segundo a segundo que caminara el reloj para correr al sitio donde la vio por primera vez.

Gotas de lluvia

Recorrió la casa, le parecía demasiado grande para ella sola sin embargo estaba acostumbrada a los lujos, a una vida de princesa. Los muros de la casa le recordaban melancólicamente sus días de antaño en Italia.

Se dirigió a su habitación, la sed hoy día no le importaba, se había abastecido bastante bien antes de llegar al país, por lo que podría permanecer un par de días sin alimentarse, además hoy la cabeza no le funcionaba para nada. El día fue extremadamente extraño, específicamente por el tipo idiota que se estrelló con el auto.

Y allí iba de vuelta a pensar en que tenia de raro que llamaba su atención, nada absolutamente nada, un chico insignificante, sin nada que ofrecer, que no tenía brillo, ni chispa, ni carisma propio, ni siquiera había percibido el aroma de su sangre… el aroma de su sangre… se había distraído tanto en esa mirada que no se dio tiempo de pensar en el alimento.

Decidió descansar, una buena opción considerando el día horrible y que recientemente había llegado de un largo viaje.

Caminaba despacio por su amada Italia mirando como los niños reían y corrían. Se dejó envolver en su ambiente, le contagiaban felicidad y tanta paz. Respiró profundo y siguió andando hasta donde se hallaba la playa en donde comenzó a juguetear con las olas como hacia apenas un par de años lo hacia, otra risa se unió a las de ella y el agua salpicaba por todos lados en esa linda tarde, no sabía como pero ahora la tarde era mejor, más colorida, divertida, especial y esa mirada, estaba apunto de ver más de es misticismo oculto en la mirada.


Despertó por el golpeteó de la lluvia en la ventana que aunque era débil para el oído humano para ella era muy fuerte. Sabia que faltaba mucho tiempo para clases así que decidió dejar la cama atrás e ir a dar una vuelta por su nuevo vecindario. Se colocó un pans y tenis y salió. Le gustaba el aroma a humedad y sentir el rocío en su piel, sentirse viva en cierta manera.


Encontró un parque en el que decidió tomar asiento un rato dejando que la lluvia la empapara.

Capítulo 2. Aquellos ojos negros

Las calles de Italia se encontraban completamente inundadas, la gente se había estado escondiendo de una tormenta de la cual todos decían era la peor jamás vivida.

No había parado de llover desde hace un día y el cielo seguía igual de gris. Nadie sabía cuando se detendría. Los marinos no podían arribar y ningún barco podía salir. Las olas del mar eran tan altas que ni la mejor vista de marinero podía ver más allá de los límites.


Era una tormenta sin tregua.


Sin embargo parecía que no lo era para todos.


Al fondo, sentado debajo de un árbol se encontraba un hombre completamente empapado, sujetándose las piernas con los brazos y mirando al cielo. Parecía como si estuviera disfrutando del agua que caía en su cuerpo.


El hombre suspiró, separó una mano de su pierna y la levantó al cielo. Cerró los ojos y murmuró unas raras palabras que provocaron que el cielo poco a poco tomara otro color más claro.

La lluvia cedía.


- ¿Edmundo? - dijeron a su espalda la voz de una mujer. Él abrió los ojos en par, desconcentrado y en ese instante no pudo evitar que un rayo lo cegara.
Entonces el lugar cambió.

A su mente vinieron muchas imágenes sin sentido: un telón sin gente al cual se iba acercando sin explicación, ahí mismo se encontraba una sombra sin forma que se hizo blanca para dejarlo ver una playa roja. Ahí mismo vio otra silueta que se fue acercando a él, logró observar sus ojos negros.
Se levantó de un brinco.

Zack despertó bastante agitado, mirando ambos lados de su habitación. Se tocó la frente, estaba sudando. Tragó saliva trató de calmar su propia respiración. ¿Qué había pasado?

Se fue relajando poco a poco, reconfortándose en el pensamiento:

"Es un sueño, sólo era un sueño" cerró los ojos y observó de nuevo esos ojos negros. Volvió a abrirlos y se quedó observando mejor el techo.

Esa primera parte de su sueño era algo completamente normal. Era la chica que siempre aparecía en sus sueños, pero lo demás... hace mucho que había dejado de tener sueños que lo hicieran brincar de esa forma.

Se sentó y miró la pared que tenía atrás. Estaba un atrapa sueños que le había regalado Romina cuando le habló de que sufría de constantes pesadillas.

- Estoy segura que con esto se calmarán - le había dicho la bella chica sonriente, y lo más curioso es que así había pasado hasta ese momento.

Se secó el sudor que le quedaba en la frente y se volvió a acostar. Se acomodó de lado y volvió a cerrar los ojos.

"pip, pip, pip, pip"

- ¡No es cierto! - replicó a su reloj que marcaban las 6 de la mañana. Lo apagó y volvió a cerrar los ojos. Vio de nuevo esa playa con el mar color rojo, lleno de sangre y a esa persona que la miraba con los ojos negros.

Abrió de nuevo los ojos y se destapó.

- Si es así por las buenas... - dijo de forma irónica y se levantó tallándose los ojos. Escuchó movimiento en el cuarto de sus tíos, seguramente se habían levantado para despertarlo. Les ganó abriendo la puerta antes de que su tía lo hiciera. - buenos días tía.

- Zacarías ¿A qué se debe el milagro? ¡No me digas que tienes examen y no me dijiste!

- No, calma, sólo... me desperté temprano. - dijo sonriente

- Bendito sea Dios, más días de estos. ¿Qué te hago de desayunar? - Zack se encogió de hombros y le dio un beso en la mejilla a su tía.

- Cereal y jugo está bien - su tía lo miró con ternura - me voy a bañar - le dio otro beso a su tía y entró a su habitación.

Pasó por su cajonera y sacó su ropa para cambiarse, y curiosamente le había llamado la atención el espejo grande que le habían dejado en su cuarto. Se quedó mirando el desastre que era despierto más temprano. Se volvió a tallar los ojos y cuando volvió a mirarse encontró una sombra detrás de él. Giró la vista inmediatamente y no vio a nadie.

Se quedó quieto, congelado, tratando de analizar lo que había sucedido hasta que concluyó en algo:

- No más pizza de pastor para la cena - se dijo a sí mismo antes de meterse a bañar.
febrero 22, 2010 | By: Lizzye

Caso perdido

El camino de regreso fue muy parecido al de ida. Mucho tráfico, gente desesperada ahora por regresar a sus casas, y él, claro, sin estéreo.

Miró su reloj y se dio cuenta que eran las seis treinta de la tarde. No tenía a qué llegar a su casa, sus tíos no estaban, aunque le gustaba llegar a estas horas porque sabía que contaba con un rato para el solo antes de que sus tíos llegaran de sus muchas actividades diarias a la hora de la cena.

La misma rutina, ciertamente su vida era eso una rutina.

- Suficiente... - dijo en voz alta, y como por arte de magia el semáforo cambió de color y el verde lo dejó transitar hasta casa sin ningún otro conflicto.

A veces le gustaba pensar que pasaría algo que cambiaría por completo la monotonía en la que vivía sumergido, imprimiendo todo su alrededor de aventuras emocionantes. ¿De qué tipo? Esa debía ser la sorpresa hasta para él.

Abrió el zaguán de la casa con su control eléctrico y miró con el retrovisor que la casa con pinta de palacio por primera vez en años no lucía el gran letrero de venta en la entrada.

En fin.

Tomó sus cosas y se introdujo en casa.

En sus planes estaba que se dedicaría a terminar ese plano. Después de todo era lo único que tenía que hacer y nada más podía pensar en ello. Lo malo es que eso último era mentira.
Una vez en su cuarto sacó los planos de su tubo y los miró igual de incompletos. Los colocó en la mesa y pensó en qué le faltaba. Cerró los ojos imaginando cómo se vería el Jardín Ecológico, con sus fuentes y luces.

Abrieron la puerta de la cochera y eso lo distrajo. Asomó la cabeza por la ventana y saludó a sus tíos que acababan de llegar. Su tía lo saludó una vez que salió y le mostró una caja de pizza.

- Genial, la cena.

Lo mejor sería bajar y cenar, necesitaba concentrarse en otras cosas, después de todo su cabeza no estaba este día ahí, se había ido tras el auto negro de lujo del estacionamiento.

Volteó a ver los planos terminados. Torció la boca. Sin la tarea pendiente sería difícil pensar en otra cosa.

- ¡Zack, aquí está la pizza!

Bajó con sus tíos. Lo mejor ahora sólo sería concentrarse en la comida.

Siguiendo pasos

Terminó de arreglar los papeles en la dirección, lo que la convirtió oficialmente en estudiante universitaria (de nuevo. Tomó un par de libros de su casillero y se dirigió a su auto.

Caminaba pensando en la dichosa salida con el deportista cuando sintió la presencia inconfundible y única del chico que se había estrellado contra su puerta. Caminaba distraído pensando en leyó Nicole en su mente. Tareas, siempre un tema difícil para los estudiantes. Decidió seguirlo de cerca sin mucho pensarlo. Algo tendía de enigmático, la sensación era rara.

Salió al estacionamiento y ella siguiendo sus pasos, entonces comprendió la idiotez que estaba haciendo y se reprendió por siquiera mirarlo más de un minuto. Al ver vacío el aparcamiento corrió furiosa a su auto y se sentó frente al volante. Él tipo iba a paso lento y distraído hacia un auto clásico, estaba a punto de entrar en el auto cuando ella se dio cuenta de vuelta lo que estaba haciendo. Molesta arrancó el auto a toda velocidad sin voltear de nuevo a ver esos ojos verdes.

Presionó un botón y resonó el stereó a todo volumen. Se distrajo entonando un par de canciones que reconoció de tiempos de antaño. Llegó a su casa.

Improvisación de teatro

- ¿Qué no la viste?
- ¿A quién? - preguntó Romina desconcertada a la chica con quien estaba acompañada haciendo estiramiento.
- Hay una chica nueva que causó sensación en casi toda la escuela. - Romina soltó una leve carcajada y cambió de movimiento.
- ¿Alguien que causó sensación en la escuela? Estefanía, debes estar bromeando. Sólo puedo ser yo. - Estefanía la mal miró - por favor, no puede haber nadie en la escuela que cause más sensación que yo.
- Pues lamento bajarte tus humos ególatras - añadió cambiando de movimiento - pero es verdad. Traía un automóvil fantástico y unos aires de diva comparables con los tuyos.

Romina frunció el entrecejo y estiró el cuello. Su plática se había detenido gracias a que el director de teatro había aplaudido fuertemente en señal de que la clase empezaría.

- Muy bien chicos, necesito que pongan completa atención a lo que les estoy pidiendo. Pronto vamos a decidir la obra musical que ensayaremos para la próxima presentación. Así que - dio dos fuertes aplausos que replicaron en todo el teatro - muéstrenme qué tienen.
- Pero... - dijo la voz de un chico por detrás - ¿Así? ¿Sin saber qué obra actuaremos?
- La clase de hoy es improvisación, si no saben improvisar no tienen nada que hacer aquí - respondió muy molesto el profesor, a lo que el chico guardó silencio al igual que los demás de la clase.

Sin embargo Romina era la única que no prestaba atención sobre la molestia del profesor, seguía pensando en el comentario de Estefanía y en la extraña sensación que había tenido desde que se despertó esa mañana.

Era tonto para ella pensar que la sensación que tuvo y la llegada de esa persona tenían algo que ver. Era demasiado predecible y estúpido. Aun así le entró la curiosidad de conocerla.

Estefanía llevó a Romina detrás del escenario donde aguardaban su turno de improvisación. Estefanía era una chica bonita, de cabello castaño y ojos miel, se podría decir que era una buena compañía para alguien como Romina. Empero se estaba nerviosa y entusiasmada, esperando dejar una buena impresión para obtener un buen personaje en la obra. Cuando miró a Romina con la mirada perdida, ésta le reclamó.

- Está bien que casi siempre logres el protagónico - Enfatizó el "Casi" haciendo que Romina sonriera incrédula - pero al menos muestra ansiedad o nervios para que los demás sintamos que tenemos una oportunidad.

Romina hizo caso a su amiga y entró de lleno a la clase en la que estaba. Pensaría en tonterías después.

Cuando fu el turno de Estefanía tuvo grandes halagos y aplausos que quedaron rápidamente opacados cuando Romina pasó al frente. El profesor se había quedado maravillado por la gracia, belleza y movimientos de la chica que parecía no esforzarse en lo más mínimo para sobresalir. Y es que de verdad no le costaba ningún esfuerzo.

- Si no fuera tu amiga te odiaría - reclamó Estefanía una vez que salieron todos del teatro. - ¿sabes cuantos meses estuve ensayando una "improvisación"? ¡Meses! Y tú, sin ensayar nada dejas a todos con la boca abierta. Te debería odiar.
- Sí, lo sé. Cuando una es buena, todos lo notan. - dijo sin guardar ningún tipo de modestia - Pero ya verás que te darán también un buen papel. No dejes que la envidia te corroa. - Estefanía mal miró a su amiga, y Romina sólo sonrió. - ¿Nos vemos mañana?
- ¿Ya te vas? Creí que podríamos ir a tomar un café.
- No, hoy no puedo, lo siento, prometí a mi madre acompañarla a ir de compras.
- Y eso no te costará ningún trabajo.
- Ya sabes que no - le dio un beso en la mejilla en forma de despedida - nos vemos mañana - dio la media vuelta y se fue a su automóvil.

Una vez sola Romina volvió a los pensamientos sobre esa chica y no sabía qué era lo que le causaba más intriga: el hecho de que (si Estefanía decía la verdad) todos quedaron sorprendidos de ella en la escuela o porque existía la posibilidad de que sus presentimientos cambiaron a una molestia que no había conocido gracias a ella.

De cualquier manera ninguna de las dos le causaba gracia. Pero ya lo averiguaría todo y disiparía sus dudas. Ella siempre había salido a flote de cualquier cosa, y una tonta chica no sería motivo de preocupación.

No, no lo sería.

Incompleto

Aun no podía terminar los planos del Jardín Ecológico, de hecho se había hartado de no poder hacerlo como él quería. Siempre tenía muchos dibujos pendientes, pero algo lo estaba deteniendo a no poder hacer más de ese jardín.

No podía ser la misma Romina, eso le dio ánimos al inicio y pudo armar algunas cosas, pero luego de un rato el "efecto Romina" desapareció y su mente se quedó bastante perturbada. No sabía ni qué hacer.

- Basta, suficiente por ahora - enrolló los planos y los metió a su tubo.

Suspiró fuertemente, sin pensar en nada. Tenía algo en la cabeza, pero no podía decirlo. Como si no se atreviera. Salió de la biblioteca y se dio cuenta de que la tarde había caído muy rápido.

Volteó de nuevo al lugar donde encontró a Romina, pero ya no estaba ahí.

Siguió su camino hasta que se encontró a Daniel quien venía con una enorme sonrisa de oreja a oreja y mirando a la nada.

- ¡Vaya! ¿A qué se debe tanto entusiasmo? - preguntó haciendo que Daniel volteara a verlo al fin. - Zack, he hecho el peor ridículo de mi vida.
- ¿Tú? - preguntó verdaderamente sorprendido - ¿Cómo o porqué?

Daniel suspiró torciendo la boca.

- Te cuento mientras vamos a nuestros autos.

En el camino se fueron contando lo que había sucedido y, le confesó, que no le había dicho su nombre.

- ¿Sabes cómo me va a encontrar ella? No va a saber cómo me llamó y estará preguntando por el chico que encontró en las canchas de Tenis. Suena hasta estúpido.
- No te angusties. Creo que si alguien te describe inmediatamente sabrá que eres tú. - Daniel lo miró no muy convencido. Así que lo que continuó fue reconfortarlo - Seguramente mañana te buscará en el mismo lugar, sólo tienes que volver a la cancha de tenis hasta que aparezca.
- ¿Crees eso? - Zack se encogió de hombros. Daniel se quedó meditando - Podría ser. Ahora voy a tener que buscarla yo.
- ¿Tan bonita es? - preguntó desconcertado - es la primera vez que te veo tan desesperado por encontrar a una chica.
- ¡Es que no la viste! - respondió exaltado - No sólo es bonita, es bella, es la mujer más hermosa es...
- Ok, entendí - dijo Zack tratando de calmar a su amigo - sólo era una duda. - Daniel torció la boca, se quedó con ganas de decir más. Entraron al estacionamiento y Daniel se acercó a su BMW Z4.
- Por cierto, ¿acabaste los planos? - Zack lo negó - Vas a tener que apurarte, esa es la única tarea que no puedo pasarte.
- Lo sé. - Daniel levantó una ceja y abrió la cajuela de su auto donde metió su maleta de tenis. - mañana la traigo ya hecha.
- Pensé que la terminarías, siempre eres rápido en eso. - Zack asintió orgulloso - a veces pienso que las mandas a hacer.
- No soy tan tramposo.

Daniel se encogió de hombros.

- Lo sé, pero... hay veces en que me da la impresión de que haces las cosas sólo con pensarlas, sin esforzarte como los demás. - ambos se quedaron en silencio sabiendo que lo que decía era absurdo, o al menos una parte. - Bueno, me tengo que ir - se estrecharon las manos.

Daniel caminó a la puerta de su coche. Pero apenas metió la llave cuando le vino una idea a la cabeza.

- ¿No la chica que te rompió la nariz era bonita? - Zack asintió y Daniel levantó los hombros - quizás era la misma chica.
- Quizás...

Daniel sonrió a su amigo y entró a su coche el cual arrancó de forma silenciosa. Zack se quedó parado mirando como su amigo se iba. Había dejado su coche cerca, pero tenía ganas de caminar a paso lento hasta él.

Escuchó que alguien más encendía el motor de otro automóvil y se hizo a un lado. Dejó pasar un Aston Martin Negro y supo que ahí iba la chica con quien se había topado en la mañana.

Parecía que ella tenía prisa y no pensaba detenerla. La miró marcharse, se acercó a la barda que daba con la salida del estacionamiento y se asomó hasta ver cómo desaparecía el coche entre los demás que había en la Ciudad.

Esa chica había sido tan extraña, bella, pero increíblemente extraña. Llegó a su Falcon y aventó sus planos al asiento del copiloto, cerró la puerta y se quedó en silencio, miró el tubo de planos de reojo, y después de un instante abrió el tubo y sacó los planos incompletos.

Suspiró molesto.

Definitivamente había algo raro, y esa chica era parte de ese problema.
febrero 21, 2010 | By: Lizzye

Primera impresión

No pudo quitarle la mirada de encima. Jamás había visto a chica más bella en su vida.

Daniel no sabía cómo había hecho para tomar la iniciativa. Ya la había visto y miró como todos querían dan un paso adelante, pero simplemente lo daban para atrás.

Él, que siempre había sido un ejemplo a seguir de sus amigos, no podía mostrar ningún tipo de inseguridad ni mucho menos. Y es que en verdad había sido tan inseguro como todos los demás, pero, en un acto de valentía o locura, ya se hallaba ahí frente a ella.

- Hola - sonrió tratando de parecer el galán que todas decían que él era.
La chica no ocultó la sonrisa que en ese momento se dibujaba en sus labios a causa del chico posado frente. Él estaba pensando exactamente las palabras que diría para no sonar estúpido. Lo miró atenta, él se paró erguido sonriendo, pero en vista de una falta de respuesta continuó:

- Sonará estúpido pero ¿eres nueva verdad? - Ella asintió. A lo que Daniel supo qué decir entonces - Me preguntaba si ya conoces la escuela y los talleres deportivos que se ofrecen.

-No - respondió al fin - la verdad es qué no conozco nada de aquí, tiene poco que llegué de mi país.

Daniel asintió emocionado. El plan perfecto se tejió enseguida en su cabeza. No contaba con que ese plan ya era sabido por ella, quien simplemente se limitaba a seguirle el juego.

- Que descortesía. Pensaras que todos aquí somos mal educados. - Ella le mostró una bella sonrisa inocente a la que él no se pudo resistir - ¿Qué te parece si para borrar el mal sabor de boca me ofrezco a darte un tour de bienvenida a la escuela? Me gustaría enseñarte el campus. Ya sabes para que te sea más fácil localizar todo, así no se te complica nada a la hora de tus nuevas clases.

- ¿Serias tan amable de hacerlo? De verdad te lo agradecería, no he conocido hasta este momento nadie tan amable como tú, muchas gracias. - Daniel sonrió complacido y ella también lo hizo - Sólo que ahora debo irme a casa, ¿Te parece sí mañana me das ese tour? Bueno, no sé si tú estás disponible - susurró mientras dibujaba una tierna sonrisa en los labios.

- No, no, para nada - apresuró a decir - yo estoy libre mañana desde las once
- De acuerdo - ella le dirigió un ligero guiño - nos vemos mañana entonces.

Daniel asintió, la dio la media vuelta dispuesta a marcharse. Hasta ese momento Daniel cayó en cuenta de algo elemental.

- Disculpa - ella volteó - ¿Cómo te llamas?

- Nicole.

- ¿Dónde te encuentro mañana? - Nicole esbozó una sonrisa.
- Yo te encontraré primero. Nos vemos mañana - Nicole se colocó los lentes de sol y caminó contoneándose por el pasillo robando más miradas.

Daniel frunció el entrecejo y terminó por suspirar. Bueno, al menos la volvería a ver, o eso esperaba...

Se detuvo de golpe.

Demonios, él no le había dicho su nombre. Vaya presentación e impresión que se habría llevado Nicole de él.

Alimento

Nicole no se sorprendía de los pensamientos que provocaba en los chicos que la miraban todo el día. Todos quería acercarse, claro que ninguno tenía las suficientes agallas para hablarle. Lo que no sabían era que sus instintos de supervivencia repelían lo que ellos mismos no eran capaces de ver “peligro”. Ella caminaba rodeada por la mirada de sus nuevos compañeros, entre los que descubrió varios que le resultaron apetecibles con los que podría saciar su sed, un sorbo de cada uno de ellos sería suficiente.

Estaba feliz de estar en la universidad, llena de coloridos alumnos, manjares todos para ella, con el más mínimo movimiento tendría ante ella al chico que quisiera. Sonrió mucho más alegre al pensar que podría probar todo lo que quisiera sin ser descubierta.

Recorrió las instalaciones para saber más de su nuevo territorio de caza “universidad”. Llegó a las canchas. Nada interesante, los típicos niños populares se conjuntaban para entrenar había que comenzar a socializar para ser pronto la más popular del lugar.-Pobre ilusa de la pobre a la que le quité el lugar pensó.

Una voz resonó en su cabeza muy decidida y sin miedo-allá voy-pensó.

-Disculpa-dijo el chico seguro.

Por fin, alguien valiente. Esperó un par de segundos antes de voltear. Un chico guapo, fornido, piel blanca, ojos azulados, enfundado en un uniforme de tenis con una raqueta en mano llegó hasta ella.

-¿Si?-se quitó las gafas de sol y fingió una timidez que no sentía bajando un poco la mirada. Eso lo había aprendido durante su larga vida, les daba seguridad haciéndoles creer que tenían el control y ayudándolos a continuar.

Él estaba maravillado, alegré por haber tomado la iniciativa y adelantarse a todos los demás y por poder ver esos ojos en los que podría perderse, en los que desde este mismo instante estaba perdido.
febrero 16, 2010 | By: Sabrina Knight

Mirada

- ¿Qué te parece? - Preguntó Zack emocionado en el estacionamiento. Estaba acompañado de Daniel, quien miraba fascinado a su amigo.

- No puedo creer que lo hayas comprado - Daniel se acercó al Falcon de su amigo y lo inspeccionó.

- Año 61, color original, un cambio de motor, pero todo lo demás es original. - Abrió la puerta del coche - bueno, no tiene estéreo y sus velocidades vienen en el volante, pero ya me acostumbraré. Este bebé necesita unos retoques, pero es todo.

- ¡Vaya! Pues felicidades - dijo honestamente su amigo dándole una palmada en la espalda - cuando me marcaste hasta Argentina, no pensé que lo fueras a hacer.

- Cuando digo las cosas, las cumplo.

- Lo sé. Bueno, tengo que irme a entrenamiento de tenis. ¿Quieres venir?

- No, hoy tengo que terminar un plano que había dejado pendiente.

- ¿El del Jardín ecológico? - Zack asintió - pero ese nos lo dejaron la semana pasada.

- Y es para mañana, así que debo apurarme.- sacó un tubo de planos del coche.

- ¿Y vas a estar muy ocupado?

- Tal vez - cerró su automóvil y ambos se encaminaron fuera del estacionamiento - estaré en la biblioteca ¿Quieres algo?

- No, sólo que... - se quedó pensando - Si no te busco después ¿Está bien?

Zack asintió y se despidió de su amigo pues se fue de largo mientras que él bajó las escaleras.

La biblioteca se encontraba justo en el centro de la escuela, junto al edificio de gobierno, no muy lejos del estacionamiento. Pero sí tenía que pasar junto a unas bancas que estaban frente a unos puestos de comida. Ahí vio sentada a Romina.

Se quiso detener, ir con ella y hablarle. Ella, siempre tan bella, con esos ojos que lo cautivaban de tan forma que lo idiotizaba.

Pero no, tenía cosas que hacer.

Romina volteó, lo miró y lo saludó de lejos con una tierna sonrisa. Zack respondió de la misma forma y se siguió caminando. Sintió que Romina, la hermana de su mejor amiga y tal vez la única chica que se percataba de su existencia, lo siguió con la mirada.

Zack dio un fuerte suspiro. Esa mirada y ese saludo le habían hecho el día. Ahora podía hacer su tarea con ganas.

Bueno, al menos más de las que tenía al inicio.

La pintura

"El día que mi hermano y yo volvimos de Argentina y llegamos a la capital fue uno de los días más exaustivos para mi.

Primero era re acomodar las cosas que habíallevado y después encontrar las cosas que había traido. Bueno Aires era un magnífico lugar de compras, pero es un mejor lugar para encontrar cosas de la vieja Italia que me interesaban."


Romina, una bella joven blanca de profunda mirada azul, puso la pluma con la que escribía en la boca. Mordió el tapón, miró a los alumnos que pasaban rápido para llegar a clases y, luego de pensar qué escribir, continuó.

"Mis padres no entendieron porqué quería traer esa pintura a casa. De hecho me dijeron que era muy caro, hasta para nosotros. Pero insistí, no pueden negar un capricho a la menor de sus hijos, y menos teniendo mi cumpleaños tan cerca. Así que, después de un puchero, mi padre sacó la tarjeta de crédito y me vine a casa con mi pintura"

La chica levantó el rostro y sonrió. Tomó su teléfono celular que estaba a un lado y miró la imagen que tenía de fondo: una pintura italiana de finales del siglo XIX en donde aparecía el paisaje de una playa, mostrando un sol brillante y resplandeciente sobre el agua. Pero en el reflejo se encontraba otro sol completamente diferente; rojo, con una aurora negra. En el agua estaba la silueta de una mujer caminando, pero sin reflejo.

Romina sonrió sin creer lo que había hecho. Todavía podía ver claramente la pintura colgada en la pared de su casa.

- Me parece perturbadora - dijo su madre desde que la miró - ¿por qué quisiste ese cuadro y no el collar que te ofrecíamos tu padre y yo?

- Mamá ¿Estas jugando? Una joya es sólo una joya más. Pero el arte siempre es más valioso.

Su madre suspiró nada convencida.

- Si tú lo dices.

Pero no sólo era arte, no sólo era una pintura, no sólo era 2 veces más caro que un collar de perlas.

Esa pintura reflejaba algo que nadie conocía.

Nadie excepto ella, claro.
febrero 15, 2010 | By: Lizzye

Familiaridad

Caminó despacio hasta alcanzar su Aston Martin convertible dbs volante negro y subió en él. En realidad no sabía cual era la causa que la hacia querer llevar una “pseudo vida” normal de vuelta. Ser estudiante universitaria de nuevo no era lo máximo, sólo que la eternidad da lapsus de ocio de los que por ahora estaba aburrida.

Arrancó despacio. Tenía que llegar a media clase como la diva que era y no como cualquier simple mortal, *cualquier simple mortal-pensó. Trataba de no recordar esa parte en su vida, cuando había sido simplemente una mortal, aunque ocasionalmente sentía cierta melancolía, además no todo había sido malo.

Nicole Bennette Ranieri era de una ciudad muy lejana y distinta al Distrito Federal, Veneto Italia de finales 1800, específicamente en 1890, fue la ciudad que acunó su nacimiento. Vinieron a su mente recuerdos que corrían como una de las primeras películas del cine en su mente.

Su fuerte padre Pietro Bennette y su hermosa madre Antonella formaron una linda familia. Alessandro y Giovanni eran los hermanos mayores convirtiendo a Nicole en la pequeña consentida. Tan feliz, amada y tan hermosa, por eso todos odiaban a Gabriel su prometido por tener a una chica tan hermosa como novia.

No había porque negar los momentos mágicos en la compañía de todos, antes de que su madre enfermara de gravedad, y muriera de cusas extrañas, una rara enfermedad que la dejo en cama hasta el final de sus días, los doctores o hallaron una gota de sangre en su cuerpo al final de los días.

Una “supuesta” nueva madre llegaría a sus vidas y de repente, ¡no! no hoy no iba a pensar más en eso. No iba a arruinar su día recordando cosas tan absurdas y estúpidas como esa mujer que destruyó la familia y para culminar la convirtió en ese ser que ahora era.

Llegó a la escuela sin mucho esfuerzo. Abrió la puerta del auto, desde que entró notó todas las miradas de estudiantes que llegaban tarde puestas en su auto, esperaba que la vieran, el impacto sería mayor pensó. Se colocó sus gafas con mucho estilo, tomó su bolso de mano y abrió la puerta. Escuchó un fuerte golpe contra su puerta.

Un chico fue el causante -¡Ragazzo stronzo! ¿Dové sei i tuoi occi? ¡la mia macchina! ¡stupid!-dijo dando un saltó fuera del auto. Con la intensión de seguir diciendo unas cuantas cosas pero se quedó mirando al causante. Tenía el rostro bañado en sangre. Levantó sus gafas para inspeccionarlo. Su rostro resultaba raramente… conocido. No, estaba segura de nunca haberlo visto. Él la miraba atentó, como idiotizado ante su belleza, lo normal.

Y ahora notaba que había algo en el familiar. Algo que la había hecho contemplar a un simple mortal sin personalidad más de los 10 segundos necesarios que hacia con los demás. El aroma de la sangre hizo que de pronto sintiera apetito, no era un momento oportuno para saciar sus sed, así que sin más se colocó las gafas de nuevo, acomodó su vestido y se fue del lugar.

Ya luego mandaría a alguien a limpiar su auto de la sangre de ése… Caminó por los pasillos escuchando murmullos de los que la miraban. Los chicos la deseaban y las chicas la odiaban por ser tan hermosa, los mismos sentimientos de siempre causados por ella, que ahora no le molestaban, ser una hermosa chica era un problema ahora ser una hermosa vampiriza sexy, le gustaba que la vieran así tendría muchos candidatos de los que alimentarse aquí. Ahora recordaba uno de los motivos por los cuales venía estudiar. Alimento fresco.

Recordó su pregunta era ¿qué diablos tenía ése para llamar su atención?

Rutina

Su vida era una rutina a la cual ya estaba bastante acostumbrado:

Abría los ojos después de soñar con la persona misteriosa. Después se trataba de volver a dormir para poder soñar con esa persona. Luego de muchos intentos fallidos y el grito desesperado de su tía, se ponía de pie a toda prisa para tomar un baño. Diez minutos más tarde salía con una toalla enredada en su cintura corriendo a vestirse, arreglarse y tratar de parecer decente.

- Te ves muy guapo - siempre le decía su tía, pero Zacarías (Zack para los amigos) jamás le creyó. Y es que tal vez la tía Lucía tenía razón, Zack era un joven bien parecido. Tenía el cabello oscuro y ojos azules, su tés era blanca y sus facciones llamaban la atención de cualquier chica. Sólo que, por extraño que le pareciera a su tía, ninguna chica lo volteaba a ver.

Y de eso Zack también estaba acostumbrado.

Su desayuno contantemente consistía de un vaso de ChocoKrispis y jugo de naranja de caja. Su tía, una mujer de 60 años (aunque de apariencia más acabada), tenía un problema de artritis que la incapacitaba para hacer un desayuno "decente", lo que Zack no veía como maldición, de hecho siempre había preferido comer fuera de casa.

Antes de irse, Zack le dio un beso en la mejilla a su tía, ella le dio la bendición y salió hacia su automóvil: un Falcon Negro 1961 al que se estaba encargando de reconstruir. Metió la llave dos veces y a la tercera arrancó. Se despidió de su tía que lo miraba por la ventana y se marchó directamente a su universidad.

El tiempo en el auto le agradaba bastante porque así podía pensar. Además aun no instalaba el nuevo estéreo y no tenía de otra más que tararear las canciones que se sabía.

Tenía que aceptar que la vida en la capital era muy diferente a la que llevaba en provincia. Sus padres le habían advertido constantemente que en el Distrito Federal había mucha gente, que era inseguro, que estaría muy lejos de ellos y que nadie lo conocería ahí.

Sólo que para Zack eso era lo de menos.

En su natal Zacatecas había mucha gente, lo habían asaltado dos veces, no veía mucho a sus padres y nadie lo conocía. Por ello había puesto sus esperanzas en que el Distrito Federal lo trataría diferente.

Pero como siempre se equivocó.

Miró su reloj y se dio cuenta de que ya llevaba atrasado 10 minutos y el tráfico estaba atascado. Se mordió el labio pensando en qué tan malo podía ser faltar a clase.

- Daniel me pasaría la tarea - se respondió - pero no, ya llevo faltando algunas clases. No, lo mejor será que llegue pronto.

El semáforo se puso verde e inesperadamente la circulación avanzó de forma fluida. En menos de cinco minutos Zack se encontraba entrando en el estacionamiento de la escuela hallando un espacio envidiable que lo dejaba cerca de la salida a los edificios.

Bajó a toda prisa llevando su mochila consigo.

Su primera clase era en el 2do piso, justo donde se había estacionado. En ese momento una extraña sensación le vino a todo el cuerpo. Tenía la sensación de que había olvidado algo en el coche. Abrió su mochila y la exploró mientras caminaba al salón.

No, parecía que nada faltaba.

- Pero que... - sintió un fuerte golpe en la cara que lo hizo para atrás. Lo primero que vio fue una enorme luz (cortesía del impacto) y lo segundo era su mano en el rostro tratando de agarrarse la nariz la cual sentía sangrar.

Quitó sus manos del rostro y vio la sangre. Luego miró al frente para ver qué era lo que le había pegado. Había chocado con una puerta que acababan de abrir y no se había dado cuenta por estar buscando lo que había olvidado en la mochila.

Pero la puerta no se había abierto sola.

Una chica rubia con unos enormes lentes oscuros se había quedado parada viendo cómo sangraba.

Zack no se movió, es más dejó que la sangre siguiera cayendo de su nariz y entonces escuchó unas palabras de ella. Pero no entendió lo que dijo. Parecía molesta y fastidiada, como si hubiera sido él quien chocara con ella y no al revés.

Cuando reaccionó ella se había ido caminando sin voltear a verlo y él estaba ahí, parado como un idiota. Volvió a poner su mano en la nariz y sintió cómo dejó de fluir la sangre, la separó y notó que seguía roja. Miró sus ropas y estaban igual de manchadas.

- Demonios - fue al baño a lavarse el rostro y sus manos. No podía hacer nada por su ropa. Y en ese momento, tampoco tenía ganas.

Volteó a ver el reloj de pared, llevaba 25 minutos atrasado. Tomó una toalla de papel y se fue secando en el camino. Cuando al fin llegó al salón abrió la puerta con mucha lentitud. El maestro acababa de voltear y, sin pedir permiso, se coló a la clase.

Se sentó a lado de un chico castaño claro, blanco, ojos verdes y expresión malhumorada. Zack le sonrió e ignoró su gesto que cambió en el momento en que vio la sangre.

- ¿Qué te paso?
- Choqué contra una puerta.
- ¿Una puerta? ¿Qué tipo de puerta? ¿Una invisible?

Zack negó con la cabeza y le explicó entre susurros lo que había pasado.

- ¿Una chica rubia que dijo algo extraño? - puso los ojos en blanco - esa es la peor excusa que he escuchado de ti.

- No es excusa Daniel... - lo pensó - al menos no ésta vez.

Daniel frunció el ceño y Zack se encogió de hombros, su amigo lo siguió mal mirando y luego sonrió con complicidad.

- ¿Y al menos era bonita? - Zack asintió y Daniel sonrió - por lo menos valió la pena la sangre.

Zack no dijo nada, el profesor los acababa de interrumpir y ambos tuvieron que prestar atención al frente.

Aunque Zack en ese momento tenía la mente en otro lado.

¿Quién era esa chica y qué habrá dicho?
febrero 13, 2010 | By: Lizzye

Sogni...

- ¡Sogni! ¡sogni! non sono veritá-se dijo.

Era verdad los odiaba cuando nunca culminaban, como le ocurría la mayoría de las noches y más aún cuando eran del pasado

- Non credo che essita nel mondo alcune persone idiota come per dejarsi andare per li songi. Non sirvi per niente. É stupido.

Decidió darse un baño para despejar los recuerdos de antaño. Entró en la tina en la que tenía varias esencias de olores florales y se quedó un buen rato hasta que la espuma comenzó a desvanecerse.

- Allora, ando per l'universita - pensó y se dirigió directo a la puerta, preparada para el día que comenzaría.

Ráfaga de viento

Fue como si una ráfaga de viento cruzara de lado a lado de su pequeña cabaña sólo para apagar con violencia el fuego de la vela. Era un mal presagio.

Abrió su saco y tomó su reloj de bolsillo mirándolo como si le fuera a dar la respuesta de lo que quería saber. Eran casi las once de la noche. Volteó la mirada al reloj de pared y lo confirmó.

Tenía esa extraña sensación. Sabía que algo iba mal ¿Pero qué era lo que pasaba?

Su respiración se estaba entrecortando y su preocupación aumentaba. Miró de nuevo al reloj, tratando de que éste le diera una respuesta, pero el sólo hecho de ver cómo avanzaban las manecillas provocaba que su angustia fuera mayor.

No podía más con ello.

Fue directo a un espejo que se encontraba a lado de un gran librero, lo abrió dejando al descubierto un armario lleno de objetos y especies extrañas. Tomó una vela de color morado, un mechero pequeño y unos pétalos de rosa. Hizo a un lado lo que se encontraba en la mesa y puso ahí sus instrumentos. Prendió el mechero y la vela morada con un movimiento de su mano y puso un pétalo de rosa arriba de la vela y la dejó caer. El pétalo fue expulsado con gran fuerza y parecía que la misma ráfaga que apagó la primera vela, había extinguido también la otra.

Ya no era un mal presagio. Sabía que ella estaba en peligro.

Pero no tuvo tiempo de pensar en más. Alguien había tocado la puerta con gran desesperación.

- Es ella - dijo con cierto alivio. Fue a la puerta y la abrió dejando al descubierto una sombra... Sintió la misma ráfaga y ésta apagó la vela dejando todo en penumbras.



Abrió los ojos.

- Un sueño - pensó para sí mismo el chico que apenas podía suspirar recordando poco de lo que su cabeza le permitía.

Se talló los ojos y dio un enorme bostezo que concluyó con una extraña invocación:

- Ojalá un día pueda ver a esa persona - sonrió para sí mismo. Sabía que eso era imposible. Llevaba toda la vida con diferentes sueños, todos relacionados con la misma persona, y jamás le había visto el rostro.

Quizás esa persona que se aparecía en sus sueños era sólo: la persona de sus sueños. El chico armó una sonrisa mientras volví a suspirar aun recostado en su cama.

No perdería la esperanza.

Capítulo 1. Entre sueños

La oscuridad comenzaba a posarse sobre Italia. Podría haberse dedicado a mirar simplemente como el sol se ocultaba tras de las montañas dejando que los últimos rayos del sol bañaran su cuerpo, sin embargo, ahora no era el momento.

Solitariamente corría por el bosque, con algo dentro hecho miles de pedazos y las lágrimas recorriendo su blanca piel.

Una vez creyó que no existía más dolor que el que ya sentía, pero ahora estaba segura que ése dolor podía hacerse más grande y palpitar en cada célula de su cuerpo para jamás abandonarla.

Su corazón galopaba acelerado, latiendo tan aprisa que sentía que se le escaparía. A lo lejos una voz gritaba su nombre, era la voz del perdido amor pidiéndole volver, explicar todo. Pero no la quería. Encontrar al amor de su vida en brazos de su mayor enemiga, de la causante de todas sus desgracias, precisamente en esa posición: bebiendo repulsivamente de su pecho aquella sustancia roja. Eso no necesitaba ninguna explicación.

Traición, sueños tirados a la basura, promesas incumplidas, compromisos rotos. Tantos recuerdos a galopándose en sus pensamientos, hacían que el hueco creciera y doliera aún más.
Morir sería mejor que mirar esa escena.

Ella jamás lo perdonaría. Su único amor, su único apoyo. ¡No! no era su único apoyo, existía alguien más. La persona que jamás la defraudaría, que estaba en las buenas y malas, necesitaba verlo para saber que las cosas se acomodarían.

Corrió sin parar hacia el único lugar donde sabía podría encontrar consuelo. Los árboles del sendero guiaban su camino, con la única misión de llegar hasta el lugar deseado. La voz dejó de escucharse tal vez cansada de no obtener respuesta, o tal vez porque había dado medía vuelta. El único sonido ahora era el de su corazón acelerado, sus sollozos y el cantar triste del viento al golpear sus oídos. No debía parar ni un segundo, aunque el aire faltara a sus pulmones, nunca antes se había sentido más desesperada por llegar a aquella colina.

Iba a empujar la puerta con todas sus fuerzas, pero se abrió y la luz de la luna que la deslumbró completamente. Y el sueño terminó.


Abrió los ojos de golpe.

Odiaba los sueños inconclusos, odiaba específicamente ese sueño que tantas veces antes había tenido y que la atormentaba en su eternidad. Teniendo mucha verdad escrita, sólo que a diferencia de la realidad nunca hubo posibilidad de un consuelo, siempre estaría sola.