septiembre 07, 2010 | By: Sabrina Knight

Como si fuera...

- ¿Lo seguimos esperando? Ya se retrasó una hora.
- Les dije que ya no lo esperaran. Daniel es un irresponsable.
- No le digas así Romina, tú hermano es muy responsable.
- ¿Y entonces por qué no ha llegado? No me mal interprete señora, pero mi hermano a veces tiene la cabeza en otro lado y suele olvidar las cosas importantes, como su sobrino.
- Quizás tuvo algún inconveninte.
- O quizás se tropezó con alguien. - se dijo para si misma, la tía de Zack no la escuchó. Romina volvió a mirar su reloj. - Señora, me da mucha pena, pero me voy a tener que ir...
- Está bien Romina, no te preocupes.
- Claro que me preocupo. Si Daniel no hubiera dicho e insistido que veía por Zack yo misma los hubiera llevado desde hace rato.
- No te preocupes, esperamos.

Romina torció la boca molesta, volvió a mirar el reloj y no pudo ocultar la molestia con su hermano. ¿Dónde demonios estaba?

Por otro lado estaba Zack en una silla de ruedas del hospital. Se sentía mucho mejor, de hecho tanto que se había puesto a jugar con las ruedas y azotó más de una vez contra el suelo. Le advirtieron que una vez más que estuviera jugando y lo bajaban. Así que Zack se mantuvo quieto hasta que alguien llegara por él.

Era tan aburrido.

Daniel tenía más de una hora de retraso y ni Romina lo estaba cuidando. Parecía que sus atenciones y cuidados se habían terminado justo en el momento que se paró de la camilla. "Lastima" pensó.

Empezó a buscar formas como entretenerse. Contó los sillones, los azulejos de las paredes, el número de enfermeras, la cantidad de mujeres embarazadas que entraban... se aburrió rápido. En la mesa vio una revista. Estaba a punto de girar la silla para allá, pero un camillero lo malmiró y Zack descartó la idea de moverse. Se le quedó viendo a la revista. Si por lo menos la pudiera hojear, a lo mejor se le quitaría el aburrimiento. O por lo menos dejaría de contar. Si pudiera tener esa revista en sus manos... miró la revista, dio un parpadeo largo y...

Ahora tenía la revista en sus manos.

Zack la tiró. No podía creerlo, miró la mesa y la revista ya no estaba ahí. Esa era la revista que estaba encima. ¿Cómo... cómo...?

- ¿Zack? - Zack alzó la vista rápidamente y notó a Romina mirándolo extrañada. - ¿Qué pasa?

¿Qué le iba a decir? ¿que la revista estaba en la mesa y de pronto en sus manos, que parecio de repente, que fue como...?

- ¿Qué te suecede? Te pusiste pálido.
- Nada, nada, sólo que... ahm... Daniel ya se atrasó mucho.
- Sí, lo sé. - Romina desvió la mirada a la revista tirada y la levantó - no sé dónde esté - le dio la revista. - supongo que se te cayó.
- No, no es mía.
- Pues está muy cerca de ti.
- No es mía. - hizo las manos atras, Romina se dio cuenta. Trató de ignorar el hecho, y dejó la revista en la mesa del centro.
- Yo venía a despedirme, no puedo esperar más a Daniel y tengo que ir a los ensayos.
- De acuerdo. Vete tranquila.
- Hablas igual que tu tía - dijo burlona y sonrió, Zack la imitó, pero aun seguía preocupado. - bueno, entonces luego voy a tu casa ¿ok?
- Ok - Romina le pasó la mano por la mejilla y volvió a sonreir. Zack tomó su mano y ella le dio un beso en la mejilla. Zack no separó su mano y ella tampoco hizo mucho por alejarse. Lo tomó del rostro y le dio un beso en los labios. - Nos vemos al rato. - le guiñó un ojo de forma coqueta, él la soltó y ella caminó contoneante hasta la puerta.

¿Y si deseara lo mismo con Romina así como la revista, aparecería en sus manos? No quiso ni intentarlo, aun sentía cosa por el asunto de la revista. Aunque Romina era un buen alentador.

Daniel apareció veinte minutos después, con muchas disculpas y una enorme sonrisa en la cara que no podía ocultar.

- ¿Qué te pasa?
- Luego te cuento - Zack lo inspeccionó, pero se dio cuenta a que se refería a su tía. Podía esperar.

El camino a casa se hizo rápido. De nuevo todos los semaforos estaban en verde y Daniel no tuvo problema alguno.

- No me va a creer señora, pero siempre que vengo con Zack pasa lo mismo. Es como un amuleto de la suerte.
- Mi sobrino es siempre muy afortunado.

Daniel miró por el retrovisor a Zack que miraba atentamente la ventana. Se notaba distraido y quería saber qué pasaba. También quería contarle lo que pasó con Nicole. Pero mejor lo dejó para después, cuando estuvieran solos.

- Bueno, llegamos. - dijo Daniel una vez que se estacionó frente a la casa de Zack. Zack salió como niño chiquito desesperado por ver su casa. No sabía cuanto la extrañaba.
- No puedo creer que fueron más de dos semanas.
- Siempre es dificil que te levanten - dijo si tía y los tres entraron.

Para Zack parecía que se había ido mucho tiempo, quizás años lejos de su casa, miraba cada cosa y parecía completamente diferente a como la recorbada. Era tan extraño. Los colores eran mucho más intensos. Y casi podía sentir la energía que irradiaba su casa, sus muebles y hasta Daniel y su tía.

Eso era demasiado raro.

- ¿No quieres ir a descansar? - preguntó su tía de una forma que parecía que quien quería descansar era ella.
- Claro. Justo voy arriba.
- Bueno, entonces yo me voy. De verdad disculpen la tardanza no fue mi intensión.
- No te preocupes Cariño - la tía de Zack le dirigió una sonrisa de mamá - bueno, yo también voy a descansar, los dejo para que se despidan chicos - le dio un beso a Zack y subió las escaleras a su habitación. Zack y Daniel la siguieron con la mirada y cuando se perdió de vista Zack miró inquisitivamente a Daniel.
- ¿Qué paso?
- ¿Por dónde empiezo?

Daniel le contó de Nicole y lo que le dijo, claro, agregando y quitando detalles que lo fueran a notar tan penoso como lo fue, y sin dejar fuera su gran sonrisa de oreja a oreja. Agrandó el tiempo de los besos y la intensidad, quitó risas nerviosas y finalmente suspiró esperanzado.

- ¡Pues felicidades! - Zack le dio una palmada en el hombro y Daniel no pudo negar su agradecimiento. - Es un gran avance para Daniel el conquistador. No puedo creer que te esté costando tanto trabajo conquistarla.
- Es un reto.
- ¿Sólo un reto?
- Bueno, sí me gusta, y voy a lograr que yo le guste. Es más, voy a lograr que me quiera. Quien sabe, puede ser que sea ella...
- ¿Que sea ella?
- Sí, tú sabes... ella.
- ¿Ella? "La indicada", "La única", "El amor de tu vida". - dijo en son de burla y Daniel se ofendió. - bueno, ya perdón. ¿De verdad va tan enserio la cosa? - Daniel asintió. - Pues buena suerte, no creo que te cueste trabajo, todas las chicas están locas por ti.
- Ella es diferente.
- Si tú lo dices...

Daniel no se quedó más tiempo, luego de su charla miró el reloj y se dio cuenta de que aun tenía tarea para el día siguiente.

- Luego me la pasas.
- ¿Cuando he dejado de hacerlo? - Y Daniel se fue.

Zack fue a su habitación y fue como reconocerla de nuevo. Otra vez esa sensación de ver todo nuevo. Las paredes, los planos pegado a la pared, la ropa tirada. Quizás el golpe en la cabeza había sido demasiado fuerte que le había movido neuronas de más.

Se tiró a su cama y cerró los ojos. Ya no podía resistirse a no dormir. Tenía que hacerlo. Finalmente sino despertaba dormir era una buena opción. Aunque seguía teniendo miedo.

Giró su cabeza y la ventana estaba con las cortinas corridas. La ventana tenía algo nuevo también. No, no era la ventana, era lo de afuera... Se levantó y abrió. Miró afuera y respiró el aire. Qué raro, hasta el aire era diferente. Quizás la pelota no movió neuronas, a lo mejor las mató.

Vio la luz de enfrente encendida. Jamás la había visto prendida. Se quedó quieto, tratando de mirar del otro lado de las cortinas que le impedían ver a su nuevo vecino. Tuvo un presentimiento. No podía moverse, tenía que quedarse ahí hasta descubrir quién era la persona que vivía ahí. Esperó.

Pasó, bueno, Zack no supo cuanto tiempo pasó, cuando las luces se apagaron. Vaya, parecía ser que quien estuviera ahí no quería verlo. Puso una cara triste, pero cuando estaba a punto de meterse se acordó del suceso de la revista. ¿Y si imaginaba que las cortinas estaban corridas? Así podía ver a su nuevo vecino.
¿Sería indiscreción? ¡Bah!

Cerró los ojos e imaginó la ventana, esa misma ventana que veía, pero sus cortinas se iban corriendo poco a poco. No, si se abrian lentamente se iban a dar cuenta que había algo raro.

- Mejor que se abran rápido - y dicho y hecho las cortinas se corrieron y ahí vio a una persona que lo estaba mirando tan atentamente como él.

Era Nicole.

Ella cayó en cuenta de que él la miraba y rápidamente cerró las cortinas, tenía una cara de furiosa enfadada que no podía con ella. Zack ni se pudo mover. No podía creerlo.

Reaccionó lo que pasaba y se metió rápidamente a su cuarto, corrió las cortinas y se sentó en su cama. Sonrió como niño travieso y sin creer lo que había hecho.

Descubrir que Nicole era su vecina era grandioso, y además todo lo que le estaba pasando era tan extraño...

Como si fuera... magia.

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