mayo 30, 2010 | By: Sabrina Knight

Sonrisa

Era que quizás Zack le estaba dando más importancia de la que debía, pero había ocasiones en las que tenía la sensación de poder saber dónde estaba la dichosa Nicole. Y es que tampoco se la podía sacar de la cabeza gracias a que Daniel se la pasaba todo tiempo hablando de ella. Y es que Daniel no podía encontrarla por más que la buscara, incluso se había saltado unas clases para buscarla, algo imperdonable en él, pero ella lo valía.

- ¿Seguro que no quieres intentar jugar? - preguntó Daniel a Zack algunos días después de haber encontrado a Nicole y a Romina en el tablero de ajedrez.
- Bastante seguro - respondió sin dudar - ¿Quieres que sea el blanco de todas las pelotas de tenis? No, gracias.
- No seas exagerado. Es más, te vendría bien un poco de ejercicio.
- El ejercicio que mejor se me da es el de espectador - Daniel lo malmiró - de verdad, sufres y te desgastas casi igual que los jugadores.


Daniel sólo pudo negar con la cabeza y dejar de insistir. Cada quien tomo su camino: Zack a las gradas y Daniel a la cancha.

Aquí nos dividiremos un poco. Primero iremos con Daniel, experto jugador de tenis, popular alumno y además galante joven. Para él las canchas de tenis eran su segundo lugar de seguridad (el primero era su automovil) sabía que muchas personas lo miraban, pero tenía tanta seguridad y amor al juego que las personas eran lo de menos para él. Cada movimiento, cada golpe y cada grito era una descarga que a él le generaba una impresionante cantidad de adrenalina a la que sabía era adicto.

Podía estar en las canchas todo el día jugando y Daniel no pararía hasta acabar con cada contrincante que se le presentara.

Daniel no tenía que hacer ningún esfuerzo para que la gente lo viera y le aplaudiera, de hecho podía escuchar algunas veces (cuando iba a tomar agua) los murmullos de las chicas que sólo iban a verlo, o la de los chicos que lo admiraban y otros que lo odiaban. Eso para él era lo más satisfactorio. Jamás le había gustado admitir que su hermana y él compartían ese placer al ego tan elevado, les gustaba la admiración, la fama, la belleza que provocaban y por nada del mundo podía perderlo.

Pero para Zack las cosas eran diferentes. Zack siempre había sido más introvertido, nada ni nadie le había hecho algún mal en su vida como para tomar esa actitud. De hecho él mismo sabía que necesitaba ser alguien más que el chico "haste a un lado" sin nombre, sin identidad, nadie. Porque Zack sabía muy bien que ese era su lugar, el de un nadie.


No sabía cómo había pasado que cada que quería sobresalir algo sucedia, lo que fuera, para que no sucediera. Nadie pordía verlo, nadie. La amistad con los demás niños era un lujo que pocas veces se podía dar, pero sin que él mismo supiera cómo la gente se empezaba a olvidar de él y pronto volvía a ser lo que era al inicio: nadie.


Por eso, mientras Daniel hacía gala de su presencia, él hacía luz de lo que le gustaba hacer: dibujar. No era el mejor de todos, lo admitía, pero le gustaba mucho tomar un lapiz, su cuaderno de borradores y dejar fluir un poco de lo que sentía. Sólo Romina y Daniel habían visto sus dibujos y les habían gustado, pero fuera de ellos no podía mostrarselos a nadie más. Zack decia ser demasiado perfeccionista para mostrarlos, aunque la realidad era que le daba miedo la critica de terceros. Sin embargo nadie volteaba a verlo, es más, no tenía que preocuparse por eso, pero solía sentir tanta inseguridad que prefería aislarse en gradas vacias.

Así que cuando entró Nicole a la cancha, ninguno de los dos se dio cuenta de su presencia, cada quien estaba concentrado en lo suyo.

Sin embargo, mientras Zack terminaba con las lineas faltantes a su dibujo, una imagen apareció en la hoja, como si se tratara de un lago tan cristalino que sólo podía provocar que quien se acercara se reflejara ahí. Era ella. Alzó la vista tan rápido como pudo pero no la vio tan cerca como para darle credito a lo que vio. Ella estaba justo del lado contrario de la cancha, entre el mar de chicas. Zack bajó la mirada para ver de nuevo su dibujo, pero ya no se veía ella. Volvió a mirarla completamente perplejo. Ella sonreía ¿le sonreiría a él?

Daniel estaba discutiendose el set a casi un empate indiscutible. Pero un empate era algo que no permitiría. Respiró profundamente, cerró los ojos y vio la jugada en su mente, sabía dónde lanzar la pelota dentro de la cancha, y que su oponente jamás alcanzaría. Abrió los ojos y miró enfrente: ahí estaba ella entre el grupo de admiradoras. Lo había ido a ver. Se quedó petrificado, sabía que lo iba a ver a él, no había otra explicación. Ella sonrió ¿le sonreiría a él?
Lo que pasó después fue demasiado rápido. Daniel lanzó la pelota, pero falló, el tiro no se acercó a la cancha, ni al oponente. La pelota rápida que lanzó fue a dar a las gradas hasta perderse en la frente de alguien que, sin querer, fue nockeado. Ahora Zack estaba tirado en las gradas con un golpe que le hizo perder la conciencia.

Y es que a pesar de eso, ninguno de los dos dejaba de pensar que ella les había sonreido.

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