julio 11, 2018 | By: Sabrina Knight

Cuando vió a un Ángel

Nicole guió a Zack a un pequeño pueblo cerca de la cabaña en la que habían estado ambos. Cuando Zack le preguntó a dónde quería llevarlo, ella sólo respondía:

- A los secuestrados no se les dice a dónde se les lleva.

Así que con la incógnita Zack siguió a la rubia. Al fin habían llegado a ese pueblito, donde estaba el pequeño puerto que embarcaba sólo un bote con motor. Zack miró a la chica bastante desconsertado, de todas las cosas que envolvían la personalidad de Nicole, esa era la menos fashionista de todas. En realidad era bastante sencillo, y un poco oxidado.

Nicole habló con uno de los hombres que estaban en el puerto, un anciano le saludó con bastante familiaridad, caminó y entró a su casa y salió con unas llaves. Nicole le dio un beso en la mejilla y fue con Zack.

- Listo ¿vamos? - Zack asintió y Nicole lo llevó de la mano.

Ambos subieron a ese bote, Nicole tomó el mando y arrancó sin decirle nada a su acompañante. Zack estaba algo decepcionado respecto a esa parte del viaje, pensaba que tal vez Nicole hubiera tenido preparada una sorpresa, un trasatlántico escondido en la maleza, o algo extraordinario como ella. Nicole llevó a Zack a una de las orillas más lejanas, en las cuales ya se podía ver que cruzaba una parte de bosque.

- ¿A dónde dijiste que vamos?
- No te dije.

Nicole paró el bote justo en la orilla, bajó primero y con un ademán alentó a Zack a bajarse de él. No muy convencido la siguió y tomó su mano. Ambos se acercaron a unos arboles frondosos que escondían tras de él una pequeña cueva. Zack por un instante se resistió a entrar, pero entonces Nicole lo malmiró.

- No me digas que te da miedo la oscuridad.
- No, lo que me da miedo es que me lleves a un templo donde me vayas a sacar el corazón.
- Mmm... no es mala idea, pero no, hoy no.

Al fin entraron y Zack se dio cuenta que no era una cueva común, en realidad era sólo un arco que daba paso a una bahía enorme. Ahí estaba un gran yate lujoso, justo del estilo de Nicole. La chica jaló del brazo a Zack y lo llevó al yate.

- Yo no entiendo - dijo Zack ya cuando estaban arriba - ¿Cómo lo haces? ¿Cómo es posible que tengas tanto? ¿De dónde sacas un Yate?
- De mi varita mágica - Zack puso ojos de plato, Nicole se rió y le dio un zape en la frente - idiota, ¡Soy rica!
- Es que, por más rica que seas... esto parece imposible.
- Pues créelo... - le dio un beso en los labios y se subió al timón. - ¿Listos marineros?

Y sin responder nadie Nicole arrancó el yate. Zack se quedó en la borda mirando cómo arrancaban, como la bahía se iba quedando pequeña mientras los dos se alejaban de la costa. Miró a la chica que tenía el control de la nave, la miró impresionado, su cabello ondulado se despeinaba con el viento que le pegaba en el rostro. Tan segura, tan firme, tan linda...

Era como si ya la hubiera visto así antes...


Respiró fuerte, oliendo el mar, el puerto de Venecia estaba ya cerca y él estaba ancioso por llegar al fin. Había recibido una carta de Mónica: 

"Ya no tardes, por favor"


Le pedía en ella, así que concluyó sus pendientes, terminó la relación por conveniencia que había creado con una vieja mujer que había financiado su cómoda vida, ahora era de nuevo, un nuevo millonario y viudo hombre. Era libre para ir con la mujer de su vida. Ella se había alejado unos cinco años en búsqueda de un nuevo patrocinador al cual llamar "esposo", cómo odiaba que ella tuviera que hacer eso, pero era un trato que habían hecho los dos. 


Esa era la vida que habían aceptado hacer.


El puerto estaba cada vez más cerca, así que fue a su camarote, tomó su valija llena de pociones, hierbas y flores, y desembarcó con el único pensamiento en su mente: Mónica.


En esta ocasión no sabía qué pariente diría que es, tal vez un primo, quizás diría que es su hermano, bueno, eso en realidad daba igual, siempre y cuando Mónica, en la oscuridad fuera suya y al final ambos, como siempre, pudieran huir para vivir cómodamente, ricos, viudos y eternos.


Entonces un grupo de niños pasó corriendo delante de él, tirando su valija. 


- ¡Idiotas! - y con un movimiento de mano, el niño que lo había golpeado cayó pegándose en la cara. Arturo sonrió con maldad, pero satisfecho y siguió su camino. 


No podía evitarlo, las muchachas del lugar volteaban a verlo, no es que fuera guapo, ni mucho menos, pero tenía ese efecto, la fuerza de su magia era tan poderosa que las mentes débiles actuaban como polillas a la luz con su pasar.  Amaba ser así.


En ese momento vió cómo venía caminando elegantemente Mónica, su rostro hermoso, su bella figura, sus ojos carmesí seguían siendo los mismos, a pesar de que sabía que ella jamás cambiaría, tenía la facultad de mirar algo nuevo en ella. 


No pudo evitar correr a ella y abrazarla, la mujer correspondió el abrazo emocionada, fuera de protocolo, de su actuar diario, pero no podía evitarlo con la emoción de ver a su amante.


Cuando ambos se soltaron, se dio cuenta Arturo que había dos hombres a su lado.


- Hijos, - Arturo la miró sorprendido - él es mi hermano, Arturo.


Ambos jóvenes miraron con recelo al hombre quien los trató con familiaridad. Arturo se dio cuenta de que el mayor estaba enamorado de Mónica, y el menor sospechaba de los "hermanos". 


"Yo me encargaré de él después" le dijo Mónica en sus pensamientos, a lo que Arturo solo sonrió.


- ¿Y tu esposo? ¿Dónde está él?

- Está con mi hija, la menor de los tres. Ahora viene... de hecho, - Mónica volteó y señaló un barco cercano, ahí estaba un hombre grande, fuerte, con rostro cuadrado y barba abundante, estaba a contraluz y de ahí Arturo no lo podía ver a detalle, el sol lo cegaba. Entonces, junto a él, notó que estaba alguien más: una hermosa muchacha rubia.

Se quedó mudo al verla, su cabello ondulado se movía con la fuerza del viento provocando que la despeinara. Pudo ver sus ojos verdes a lo lejos, su bello y perfecto rostro, su sonrisa angelical, y su inocencia al abrazar a su padre. El estómago de Arturo se revolvió, sus mejillas se sonrosaron y un extraño suspiro abarcó su pecho. 


Había visto un Ángel. 


Mónica se percató de que no apartaba la mirada del lugar, frunció el ceño y entró a la mente de su amante, se percató que miraba al padre y a la hija, pero no pudo definir lo que él estaba sintiendo. Arturo finalmente volvió a los ojos de Mónica cuando padre e hija bajaron del barco.


- Mi Esposo es comerciante, marinero de vocación, su familia es dueña de toda la flota que ves aquí. 

- Felicidades - expresó tratando de volver en si a su amada - me da gusto saber que tienes que te provea y no te desampare.
- Así es... él es, un gran proveedor. 

En ese instante llegó el esposo de Mónica y su hija, Mónica fue cortés y los presentó. Arturo le agradeció al hombre el que sea un buen esposo para su "hermana", y en el momento que conoció a la chica, él se hincó y le dió un beso en su mano. La muchacha se sonrojó y aceptó el halago.


- Mucho gusto señor, nada más placentero que conocer al hermano de la mujer que me ha querido como su hija.

- El gusto es mío... signorina Nicole.


- ¿Zack? - Preguntó Nicole desconcertada - ¿Estás bien?
Zack no se dio cuenta, pero todo ese tiempo se había quedado como una piedra mirando hacia arriba la imagen de Nicole. Apenas volvió en si y miró con espanto a la chica.
- ¿Quién eres tu?
- ¿Disculpa?
- ¿Quién eres... Nicole?

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