Romina había salido de sus cabales.
No podía creer lo que veía, lo que escuchaba. Es más,
tampoco podía creer que Zack le estuviera ayudando a Daniel a hacer tan
estupidez. Gritó, aventó papeles, llamó a todo mundo por los peores insultos
que le pasaban por la cabeza, hizo todo lo que podía, estaba furiosa.
- Eres el ser más estúpido que hay - le gritó a su hermano
una vez que la tomó por la cintura y la sacó del teatro a rastras - ¿Cómo se te
ocurre hacerte novio de ella? ¿Qué no lo entiendes? ¿Qué no puedes sentir que
ESA es una...?
- ¡Basta Romina! - gritó su hermano al fin cuando entró a un
cuarto de servicio lleno de escobas y productos de limpieza, la aventó a un
cubo y cerró la puerta - ¡Ya basta! Deja de hacer estos numeritos que a nadie
impresionas.
- ¡Yo no quiero impresionar a nadie! ¡Quiero que por una vez
en tu vida pienses lo que estás haciendo!
- ¿Y crees que no lo hago? ¡Ya Romina! - la interrumpió
antes de que contestara - Esta es MI vida, esto es lo que YO quiero hacer. Así
que por favor, por una vez deja de pensar en ti y piensa en lo que alguien más
quiere.
Romina se quedó en silencio, mirándolo a los ojos. Estaba
llena de rabia, de coraje. Sentía que todo estaba atorado en su garganta, en su
pecho, en sus ojos, y a Daniel no le importaba.
- ¿Es lo que quieres? – preguntó, entre dientes, pero más
tranquila.
- Es lo que quiero... - ambos se quedaron en un silencio
pesado - no te voy a pedir permiso, no te voy a consentir. Todo lo que haga de
ahora en adelante es sólo por mi ¿entendiste?
Romina cambió de lado la mirada. Aun sentía mucha rabia como
para responderle. Entonces pasó algo que la desconcertó: Daniel le pasó la mano
acariciándole la mejilla y luego acomodándole el cabello detrás de la oreja.
- Cada vez que haces estos desplantes, siento que te pones
celosa.
- Nunca me pondría celosa de ESA tipa.
- ¿Crees que te va a quitar atención? - Romina lo negó, pero
algo dentro de ella sabía que algo había de eso - ¿Crees que te va a quitar a
tu hermano?
- Por Dios, Daniel... - renegó ofendida.
- ¿Entonces? Romina, tú eres más que el papel protagónico,
más que la más popular, más que todo. De
hecho eres hermosa, hábil, demasiado inteligente, la gente tiene miedo de
alguien así, y apuesto a que ella también debe de sentir celos por ti. - Romina
bufó orgullosa - Romi, yo quiero que ella me acepte, quiero que ella sea parte
de mi vida y...
- Ya, ya. - se levantó de golpe - ya entendí, basta de
sermones Daniel - se arregló el cabello que se había salido de su lugar cuando
hizo su berrinche - Ya entendí que la quieres y que harás todo porque te haga
caso y que yo, obviamente, soy más lista y más inteligente que ella.
- Yo no quise decir que...
- No lo arruines hermanito - dijo tajante. Le dio un beso en
la mejilla. - Haz lo que quieras.
- No me lo digas así.
- No tengo otra forma de decirlo. - alzó la cara - Si
quieres arruinar las cosas estando con esa zorra, yo lo entiendo, sólo no digas
que no te lo advertí.
Romina abrió la puerta del cuarto de servicio y salió tan
campante como cuando llegó al teatro. Daniel suspiró molesto. Su hermana no
había entendido nada y eso de ser el buen hermano tampoco le había funcionado.
- ¿Daniel? - Zack tocó la puerta y el chico retomó el ánimo
- ¿Todo bien?
- Todo bien... - se estiró y tronó sus dedos. - Bueno,
vamos, Nicole no va a ser mi novia si sigo encerrado esperando a que mi hermana
caiga en razón.
- ¿Qué?
- Nada - le dio unas palmadas en la espalda - nada amigo.
Continuemos.
Y sin entender lo que Daniel le quiso decir, Zack acompañó a
Daniel contándole lo que ya había hablado con la banda del colegio.
Romina salió de un pasillo y miró a su hermano y a Zack.
Torció la boca al pensar lo que estaba haciendo su hermano y quiso encontrar
alguna forma de hacerlo entrar en razón. Lo único malo es que sabía que así
como ella podía manipular pensamientos, cosas y hasta a la naturaleza, Daniel
era el único imposible de manejarlo a su antojo.
Suspiró fuertemente.
- Ni modo, - se dijo a sí misma - la única forma en que se dé
cuenta de que es una zorra es estando con ella. - se encogió de hombros -
hombres, son tan estúpidos.
Y se fue de ahí dándose la razón.
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