agosto 10, 2010 | By: Sabrina Knight

Beso frio

Todo lo demás que siguió fueron muchos médicos yendo y viniendo, preguntando cómo se sentía y si había algo que recordara. Obviamente para Zack eso no fue nada fácil. No recordaba nada. Después del beso que le dio Romina había sido como si su disco se hubiera borrado y no recordara nada del sueño que tuvo, excepto las sensaciones que había tenido.

Su tía era la más preocupada y la que más lo mimaba. De pronto Romina se aparecía y desaparecía. Daniel regresó a su lado platicándole lo que había pasado en su ausencia. Para Zack era increible el hecho de haber estado en coma dos semanas. Nadie lo había extrañado ni mucho menos percatado, Daniel le decía que si, pero él bien sabía que mentía.

Las veces que Romina regresaba le platicaba de la obra de teatro. El profesor estaba emocionado por el último ensayo que habían tenido y se estaba esforzando mucho para que saliera todo magnífico. Romina le decía que el profesor la tenía muy checada y ensayando al máximo y que por eso se había alejado de su lado. Pero la verdad era otra que Romina no podía explicar muy bien y por ahora no lo intentaría.

Zack estaba encantado con los tratos que tenía en el hospital. Por primera vez se sentía presente, que nadie lo ignoraba.

- "Que fuera así todo el tiempo" - se decía a si mismo cada vez que una enfermera lo iba a ver o el doctor checaba sus signos. Aunque sabía muy bien que esa vida se acabaría y volvería a ser un Don Nadie como siempre. Sólo gozaría el momento.

No le había quedado el menor deseo de dormir de nuevo, le daba miedo quedar ahí de nuevo sin despertar, por lo que trataba de hacer hasta lo imposible para no dormir. Se ponía a ver la televisión, platicaba con su tía, con las enfermeras, se puso a contar los azulejos del techo e inclusive se pellizcaba cada vez que el sueño se asomaba por sus ojos. El primer día lo pudo evitar muy bien, casi sin esfuerzos, pero el segundo se volvió dificil y el tercero ya estaba demasiado cansado para pellizcarse tanto. Casi a las 3 de la mañana del tercer día Zack perdió la batalla... y se durmió.

Estaba en la sala de una enorme casa iluminada sólo por candelabros que daba una apariencia vieja y elegante. Él se encontraba recargado en una silla mirando fijamente el reloj que marcaba las 7:59 y esperaba que la manecilla llegara finalmente al 12 para que dieran las 8.


- Estoy lista - dijo una voz atras y él volteó justo en el momento en que la campana del reloj anunciaba las 8 de la noche.


Él omitió el ruido de las campanas y miró fijamente a la recien llegada. Era una hermosa mujer de oscura y larga cabellera, con cuerpo escultural y unos hipnóticos ojos azules.Ella le sonrió y él no pudo evitar sentir cómo su estómago lo traicionaba y delataba sus sentimientos. Ella se acercó y le hizo una reverencia que él respondió agachando la cabeza. Ella sonrió diverttida.

- Eso de la galantería no es tu fuerte.
- Es algo que he estado practicando - él la tomó de la mano y la besó. Subió la mirada y le dio el brazo para que ella lo tomara. Así lo hizo.
- Has practicado bien - ambos tomaron camino por la casa.

De pronto el silencio los invadió y él tomó la primera palabra.

- ¿Y?
- ¿Y..? - frunció el entrecejo - ¿"y" qué?
- ¿Cuando nos iremos? - bajó la voz y rozó sus dedos con su mano. Ella se hizo a un lado y endureció la mirada.
- Quedamos en no hablar de eso, por lo menos no aquí.
- ¿En dónde hablaremos entonces?
- En otro lugar. No seas imprudente. - ella adelantó el paso dirigiendose a una puerta. Él la siguió preocupado y entró tras de ella, pero no la encontró. La puerta se cerró detrás de él. Volteó asustado y la vio con una sonrisa pícara. Puso el cerrojo y se acercó a él tomándolo del rostro. - Ya te he dicho que no seas imprudente cariño. Por ahora lo más conveniente es que nadie sepa nada - le rozó los labios sin besarlo. Él pudo oler su aroma, y hasta respirar su aliento era provocador - tenemos que ocultar nuestro amor, pero cuando sea el momento. - lo miró a los ojos - nada podrá separarnos... - acercó sus labios a los suyos y lo único que sintió él... fue frio.

- Zack.

Zack despertó de un brinco y Romina se exaltó.

-¿Qué te pasa? ¿Estas bien? - Zack asintió apenas tratando de asimilar lo ocurrido. Nunca había soñado con esa mujer, siempre había sido otra la de sus sueños y ahora, no quería aceptarlo, pero estaba consternado. -¿Seguro? - Romina lo tomó de la mano y Zack pudo sentir su cálido tacto. Era rencornfortante después de sentir frio. Zack asintió de nuevo y élla trató de no darle importancia.
- ¿Qué haces?
- Acabo de llegar. - sonrió y dejó sus cosas a un lado - sólo que te sentí perturbado y por eso te llamé. Hasta brincaste.
- Tenía... estaba soñando.
- Se notó. - se volvió a sentar en la orilla de su cama y le tocó la frente - ¡Oh por Dios! Estas ardiendo - Zack se tocó la frente y se sintió frio. - Voy a llamarle al médico.
- No - la detuvo a tiempo - sólo tengo frio.
Romina volteó y vio la ventana abierta. Se levantó y justo antes de cerrarla se quedó quieta, como mirando el horizonte.
- ¿Qué pasa? - preguntó Zack.
- Nada - Romina cerró la ventana - lo mejor es que no abras la ventana. - Se sentó de nuevo a su lado y le quitó el cabello de la cara - si dejas pasar al frio, nunca se va a querer ir. - sonrió y le dio un beso en la mejilla. Zack pensó que Romina exageraba. No podía impedirle el paso al frio.

Justo como no podía quitarse la sensación de ese beso frio en sus labios, ni el beso tibio de su mejilla.

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